Esta es una traducción de la página original en inglés.

Evitar acuerdos ruinosos

Hace veinticinco años, el 27 de septiembre de 1983, anuncié un plan para crear un sistema operativo completamente libre llamado GNU (que significa «GNU No es Unix»). Con motivo del vigésimo quinto aniversario del sistema GNU, he escrito este artículo acerca de cómo nuestra comunidad puede evitar acuerdos ruinosos. Además de evitar dichos acuerdos, hay muchas otras maneras de ayudar a GNU y al software libre. Una de ellas es negarse a utilizar un programa que no es libre o un antiservicios en línea siempre que pueda o siquiera una sola vez.


El movimiento del software libre busca un cambio social: hacer que todo el software sea libre para que todos los usuarios de software sean libres y puedan formar parte de una comunidad cooperativa. Todo programa que no es libre le da a su desarrollador un poder injusto sobre los usuarios. Nuestra meta es acabar con esa injusticia.

El camino hacia la libertad es largo. Llevará muchos años y habrá que dar muchos pasos para alcanzar un mundo en el que sea normal que los usuarios de software disfruten de libertad. Algunos de estos pasos son difí­ciles y requieren sacrificios. Algunos de ellos resultan más sencillos si llegamos a acuerdos con gente que tiene objetivos diferentes.

 [Logotipo de la GPL] 

Así pues, la Free Software Foundation cierra acuerdos, incluso de amplio alcance, que implican concesiones. Por ejemplo, hicimos concesiones en las disposiciones sobre patentes de la versión 3 de la General Public License de GNU, a fin de que las grandes compañí­as contribuyan y distribuyan software cubierto por la GPLv3, y conseguir de ese modo que algunas patentes estén sujetas a dichas disposiciones.

 [Logotipo de la LGPL] 

El propósito de la GPL reducida es alcanzar una solución de compromiso: la empleamos en ciertas bibliotecas libres particulares para permitir su uso en programas que no son libres, pues pensamos que prohibirlo legalmente solo haría que los desarrolladores recurrieran a bibliotecas privativas en su lugar. Aceptamos y añadimos código en programas de GNU para hacerlos funcionar con programas comunes que no son libres, y lo documentamos y publicitamos de manera que impulsen a los usuarios de estos últimos a instalar los primeros, pero no al revés. Apoyamos campañas concretas con las que estamos de acuerdo, aun cuando no lo estemos del todo con los grupos que las promueven.

Pero rechazamos ciertas concesiones, aun cuando buena parte de nuestra comunidad está dispuesta realizarlos. Por ejemplo, solo recomendamos las distribuciones GNU/Linux que tengan por norma no incluir software que no sea libre ni inducir a sus usuarios a instalarlo. Aconsejar distribuciones que no son libres serí­a una solución ruinosa .

Los acuerdos son ruinosos si a largo plazo van en contra de nuestros objetivos. Eso puede suceder en el terreno de las ideas o en el de los hechos.

En el terreno de las ideas, acuerdos ruinosos son aquellos que reafirman los supuestos que nosotros pretendemos cambiar. Nuestro objetivo es un mundo en el que los usuarios de software sean libres, pero por ahora la mayorí­a de los usuarios de ordenadores ni siquiera reconocen la libertad como un asunto que deba tenerse en cuenta. Han asumido valores de «consumidor», lo que significa que juzgan cualquier programa solo en función de cuestiones prácticas tales como el precio y la comodidad.

Un famoso libro de autoayuda de Dale Carnegie, (Cómo ganar amigos e influir sobre las personas), aconseja que la manera más efectiva de persuadir a alguien para que haga algo es presentarle argumentos que apelen a valores. Hay maneras en que podemos apelar a los valores del consumidor característicos de nuestra sociedad. Por ejemplo, el software libre obtenido gratuitamente puede ahorrar dinero al usuario. Además, muchos programas de software libre son útiles y confiables. Mencionar estas ventajas prácticas ha conseguido persuadir a muchos usuarios para que utilicen diversos programas libres, algunos de los cuales tienen ahora mucho éxito.

Si lo máximo a lo que se aspira es a conseguir que más gente use programas libres, se puede decidir guardar silencio acerca de la cuestión de la libertad y centrarse únicamente en las ventajas prácticas que interesan a los valores del consumidor. Esto es lo que hace el término «open source» y el discurso que lo acompaña.

Ese enfoque nos deja a mitad de camino en busca de la libertad. Quienes utilizan software libre únicamente porque es práctico, solo lo utilizarán mientras les resulte más práctico, y no encontrarán ninguna objeción a utilizar también programas privativos que sean prácticos.

La filosofí­a del open source presupone y apela a los valores del consumidor, y eso los afirma y refuerza. Este es el motivo por el que no defendemos el «open source».

[Ñu levitando con un portátil]

Para establecer por entero y de manera duradera una comunidad libre, necesitamos algo más que hacer que la gente utilice algunos programas libres. Tenemos que difundir la idea de juzgar el software (y otras cosas) a la luz de «valores de ciudadano», atendiendo a si se respeta la libertad de los usuarios y a la comunidad, y no solo en función de su practicidad. De este modo la gente no caerá en la trampa de un programa privativo mordiendo el cebo de alguna característica práctica y atractiva.

Para promover los valores ciudadanos tenemos que hablar de ellos y mostrar que se encuentran en la base de nuestros actos. Debemos rechazar la propuesta de Dale Carnegie de tratar de influir en el comportamiento de los usuarios apelando a sus valores en cuanto consumidores.

Esto no significa que de ninguna manera podamos mencionar las ventajas prácticas; podemos y lo hacemos. Esto solo se convierte en un problema cuando las ventajas prácticas ocupan todo el foco de atención y la libertad queda relegada a un segundo plano. Por eso, cuando mencionamos las ventajas prácticas del software libre reiteramos frecuentemente que son solo razones secundarias, adicionales, para preferirlo.

No basta con hacer que nuestras palabras sean acordes con nuestros ideales, nuestras acciones también tienen que estar de acuerdo con ellas. De modo que debemos también evitar acuerdos que impliquen hacer o legitimar aquello que tratamos de erradicar.

Por ejemplo, la experiencia muestra que se puede atraer a algunos usuarios hacia GNU/Linux si se incluyen algunos programas que no son libres. Podría tratarse de una atractiva aplicación que no sea libre, o de una plataforma de programación igualmente no libre como Java (antiguamente) o del motor de ejecución de Flash (todaví­a), o de un controlador no libre que permita utilizar ciertos modelos de hardware.

Estos acuerdos son tentadores, pero nos alejan del objetivo. Si se distribuye software que no es libre, o se dirige a la gente hacia él, será difí­cil decir: «El software que no es libre es una injusticia, un problema social, y debemos ponerle fin». Y aunque se continúe diciendo esto, los hechos lo estarán negando.

La cuestión no es si la gente debe poder o debe permitírsele instalar software que no sea libre; un sistema de propósito general ofrece a los usuarios la posibilidad de hacer con él lo que deseen y les autoriza a ello. La cuestión es si guiamos o no a los usuarios hacia el software que no sea libre. Lo que hagan ellos por sí­ mismos es su responsabilidad; lo que hagamos por ellos, y hacia dónde los dirijamos, es responsabilidad nuestra. No debemos dirigir a los usuarios hacia el software privativo como si eso fuese una solución, porque el software privativo es el problema.

Una solución ruinosa no solo supone una mala influencia sobre otros. También puede distorsionar nuestros propios valores, debido a la disonancia cognitiva. Si tenemos ciertos valores, pero nuestras acciones implican valores distintos, en conflicto con aquellos, es probable que para resolver la contradicción cambiemos nuestros valores o nuestras acciones. Así, los proyectos que mencionan solo las ventajas prácticas o dirigen a la gente hacia algún software que no es libre, casi siempre evitan siquiera sugerir que el software que no es libre no es ético. Refuerzan valores de consumidor, tanto en quienes participan en ellos como en el público en general. Si queremos mantener firmes nuestros valores, debemos rechazar tales soluciones.

Si quiere pasarse al software libre sin comprometer el objetivo de la libertad, consulte el área de recursos de la FSF. Ofrece un listado de hardware y configuraciones de máquinas que funcionan con software libre, distribuciones GNU/Linux totalmente libres para instalar y miles de paquetes de software libre que funcionan en un entorno de software 100 % libre. Si quiere contribuir a que la comunidad continúe en el camino hacia la libertad, una importante manera de hacerlo es defender públicamente los valores ciudadanos. Cuando se discuta sobre lo que es bueno o malo, o sobre lo que hay que hacer, mencione los valores de la libertad y la comunidad y argumente a partir de ellos.

Una vía más rápida no es mejor si conduce al lugar equivocado. Las soluciones negociadas son esenciales para alcanzar objetivos ambiciosos, pero hay que ser precavidos y evitar acuerdos que nos alejen del objetivo que queremos alcanzar.


En el artículo «'Nudge' is not enough» se expone un punto de vista similar aplicado a un ámbito diferente.