Esta es una traducción de la página original en inglés.

Copyright y globalización en la era de las redes informáticas

Lo que sigue es una transcripción corregida de la conferencia dictada en el MIT durante el Communications Forum, el jueves 19 de abril de 2001.


DAVID THORNBURN, moderador: Nuestro orador de hoy, Richard Stallman, es una figura legendaria en el mundo de la computación, y mi experiencia al tratar de encontrar una persona que comparta el estrado con él fue instructiva. Un distinguido profesor del MIT me dijo que Stallman debe ser entendido como un personaje carismático de una parábola bíblica (especie de anécdota o lección del Antiguo Testamento). «Imagínate —me dijo— un Moisés o un Jeremías... mejor un Jeremías». Y yo respondí: «Bien, eso es muy admirable». Suena maravilloso. Confirma mi sensación acerca del tipo de contribución que ha hecho al mundo. «Entonces, ¿por qué no quieres compartir el estrado con él?». Su respuesta: «Como Jeremías o Moisés, él simplemente me apabullaría. No querría aparecer en el mismo panel que él, pero si me pidieras que nombre a cinco personas vivas en el mundo que realmente nos hayan ayudado a todos nosotros, Richard Stallman sería una de ellas».

RICHARD STALLMAN: Debería empezar explicando por qué me negué a permitir que esta conferencia se transmitiera en directo vía Internet, en caso de que no haya sido plenamente aclarada cuál es la cuestión: el software que utilizan para transmitir imagen y sonido en vivo por Internet requiere que el usuario descargue cierto software para recibir la transmisión. Ese software no es libre. Está disponible a precio cero pero solo como código ejecutable, que es un misterioso montón de números.

Lo que hace ese código es secreto. No se puede estudiar, no se puede modificar, y ciertamente no se puede publicar una versión modificada por uno mismo. Y estas son libertades esenciales que se encuentran en la definición de «software libre».

Entonces, si voy a ser un honesto defensor del software libre, difícilmente podría andar dando discursos y luego presionar a la gente para que use software que no es libre. Estaría socavando mi propia causa. Y si yo no demuestro que tomo en serio mis principios, no puedo esperar que los demás los tomen en serio.

Sin embargo, esta charla no es acerca del software libre. Después de haber trabajado en el movimiento del software libre por muchos años y de que la gente comenzara a usar algunas partes del sistema operativo GNU, empecé a a recibir invitaciones para dictar conferencias. La gente comenzó a preguntar: «bueno, ¿de qué manera las ideas de libertad para los usuarios de software pueden aplicarse a otros tipos de cosas?».

Y, por supuesto, algunos hacían preguntas insensatas, como por ejemplo: «¿Debería ser libre el hardware?», «¿Este micrófono debería ser libre?».

Bien, ¿qué quiere decir eso? ¿Deberíamos ser libres de copiarlo y modificarlo? Si compro un micrófono, nadie me va a impedir modificarlo. Y copiarlo... nadie tiene un copiador de micrófonos. Fuera de Star Trek, esas cosas no existen. Puede ser que algún día haya analizadores y ensambladores nanotecnológicos, y entonces estas cuestiones de si se es libre o no de hacer copias realmente adquirirán importancia. Veremos empresas agroindustriales intentando impedir que la gente copie alimentos, y eso se va a convertir en una cuestión política de primer orden; si es que esa capacidad tecnológica llega a existir. No sé si será así, es solo especulación.

Pero para otros tipos de información se puede traer el asunto a colación, porque cualquier clase de información que pueda ser almacenada en una computadora es susceptible de ser copiada y modificada. Así que las cuestiones éticas del software libre, la cuestión del derecho de un usuario de copiar y modificar el software, son las mismas que las relativas a otros tipos de información publicada. No estoy hablando de información privada; digamos, información personal, la cual se supone que nunca debe estar disponible al público. Estoy hablando de los derechos que deberíamos tener si obtenemos copias de cosas publicadas que no pretendemos mantener en secreto.

A fin de explicar mis ideas en la materia, quisiera repasar la historia de la distribución de información y la del copyright. En el mundo antiguo, los libros se escribían a mano con una pluma, y cualquiera que supiera leer y escribir podía copiar un libro casi tan eficientemente como los demás. Cierto que alguien que se ocupara de eso todo el día probablemente lo haría un poco mejor, pero no había una enorme diferencia. Y como las copias se hacían de a una por vez, no existía una gran economía de escala. Hacer diez copias tomaba diez veces más tiempo que hacer una sola. Tampoco había nada que forzara la centralización; un libro podía copiarse en cualquier lugar.

Ahora bien, debido a esta tecnología, dado que no obligaba a que las copias fueran idénticas, no había en la antigüedad una distinción total entre copiar un libro y escribir un libro. Había cosas en el medio que tenían sentido. Ellos sí entendían la idea de autor. Sabían, digamos, que tal obra había sido escrita por Sófocles, pero entre la escritura del libro y su copiado había otras cosas útiles que se podían hacer. Por ejemplo, se podía copiar una parte de un libro, después escribir algunas palabras nuevas, copiar algo más y escribir algo más y así. Esto se llamaba «escribir un comentario». Era algo muy común, y estos comentarios eran apreciados.

Se podía también copiar un pasaje de un libro, después escribir algunas palabras, y copiar un pasaje de otro libro y escribir más palabras, y así, y esto era hacer un compendio. Los compendios también eran muy útiles. Había obras que se perdían, pero algunas de sus partes sobrevivían cuando eran citadas en otros libros que alcanzaban mayor popularidad que el original. Quizás copiaban las partes más interesantes, y así la gente hacía muchas copias de éstas pero no se molestaban en copiar el original porque no era lo suficientemente interesante.

Hasta donde yo sé, no había copyright en el mundo antiguo. Cualquiera que quisiera copiar un libro podía copiarlo. Más tarde se inventó la imprenta, y los libros empezaron a copiarse en la imprenta. La imprenta no era solo una mejora cuantitativa en la facilidad de copiado, sino que afectaba de manera dispar a los distintos tipos de copiado, ya que introducía una economía de escala inherente. Era mucho trabajo preparar cada página y mucho menos trabajo hacer varias copias idénticas de éstas. Entonces el resultado fue que copiar libros tendió a convertirse en una actividad centralizada y de producción masiva. Las copias de cualquier libro se harían probablemente en unos pocos lugares.

También significó que los lectores ordinarios no podían copiar libros eficientemente. Sólo si se poseía una imprenta se podía hacer. Así que era una actividad industrial.

Durante unos pocos primeros siglos de imprenta, los libros impresos no reemplazaron totalmente a los copiados a mano. Las copias artesanales se seguían haciendo, a veces por gente rica y a veces por gente pobre. Los ricos lo hacían para tener copias especialmente hermosas que demostraran cuán ricos eran, y los pobres lo hacían porque quizás no tenían suficiente dinero para comprar una copia impresa, pero tenían tiempo para copiar a mano un libro. Como dice la canción: «El tiempo no es dinero cuando todo lo que tienes es tiempo».

Entonces el copiado a mano todavía se hacía hasta cierto punto. Creo que fue durante el siglo XIX que la impresión se volvió tan barata que aún la gente pobre podía comprarse libros impresos si sabían leer.

El copyright apareció con el uso de la imprenta y, dada la tecnología de la imprenta, tenía el efecto de una regulación industrial. No restringía lo que podían hacer los lectores; restringía lo que podían hacer los editores y los autores. El copyright en Inglaterra inicialmente fue una forma de censura. Había que obtener el permiso del gobierno para publicar un libro. Pero la idea ha cambiado. En los tiempos de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, la gente llegó a una idea diferente sobre la finalidad del copyright, y creo que esa idea también fue aceptada en Inglaterra.

Para la Constitución de los EE. UU. se propuso que a los autores haya que otorgarles un copyright, un monopolio sobre el copiado de sus libros. Esta propuesta fue rechazada. Se adoptó en cambio una propuesta fundamentalmente diferente: con el fin de promover el progreso, el Congreso podría optar por establecer un sistema de copyright que creara esos monopolios. Entonces los monopolios, según la Constitución de los EE. UU., no existen por el bien de quienes los poseen, existen para promover el progreso de la ciencia. Los monopolios se conceden a los autores como un modo de afectar su comportamiento, para lograr que hagan algo que sea útil al público en general.

Así, la meta es: más libros escritos y publicados que la gente pueda leer. Y se considera que esto contribuye al incremento de la actividad literaria, más literatura acerca de la ciencia y otros campos, y la sociedad entonces aprende a través de esto. Es ese el propósito. La creación de monopolios privados era solo un medio en procura de un fin, y este fin es un fin público.

El copyright en la era de la imprenta era bastante indoloro, pues era una regulación industrial. Restringía solo las actividades de los editores y de los autores. Bueno, en un cierto sentido estricto, también los pobres que copiaban libros a mano podrían haber infringido la ley de copyright. Pero nunca nadie trató de forzarlos a respetar el copyright porque se lo consideraba una regulación industrial.

El copyright en la era de la imprenta también era fácil de hacer cumplir porque tenía que hacerse cumplir solo cuando existía un editor, y los editores, por su naturaleza, se hacen conocer. Si lo que se quiere es vender libros, hay que decirle a la gente dónde ir a comprarlos. No es necesario ir a la casa de todo el mundo para hacer cumplir el copyright.

Y, finalmente, el copyright puede haber sido un sistema beneficioso en aquel contexto. El copyright en los EE. UU. es considerado por los especialistas en Derecho como un comercio, un trueque entre el público y los autores. El público cede algunos de sus derechos naturales y a cambio se beneficia con la escritura y la publicación de una mayor cantidad de libros.

Pero, ¿es éste un acuerdo ventajoso? Bueno, cuando el público en general no puede hacer copias porque solo pueden hacerse eficientemente en las imprentas —y la mayoría de las personas no poseen imprentas— el resultado es que el público en general está cediendo una libertad que no puede ejercer, una libertad sin ningún valor práctico. Luego, si se tiene algo que es un subproducto de nuestra vida y que es inútil, y se nos da la oportunidad de intercambiarlo por algo de cualquier valor, se está ganando. Así es cómo el copyright pudo haber sido un trato ventajoso para el público en aquella época.

Pero el contexto está cambiando, y por lo tanto tiene que cambiar nuestra evaluación ética del copyright. Ahora bien, los avances de la tecnología no modifican los principios básicos de la ética; son demasiado fundamentales como para que se vean afectados por tales contingencias. Pero nuestra decisión sobre cualquier tema específico es una cuestión de las consecuencias de las alternativas disponibles, y las consecuencias de una determinada opción pueden cambiar según el contexto. Eso es lo que está ocurriendo en el área del copyright, porque la era de la imprenta está llegando a su fin, dando paso gradualmente a la era de las redes informáticas.

Las redes informáticas y la tecnología de la información digital nos están llevando de regreso a un mundo más parecido a la antigüedad, donde cualquiera que pueda leer y usar la información puede también copiarla y obtener copias casi tan fácilmente como cualquiera. Hay copias perfectas y las hay tan buenas como las que podría hacer cualquier otro. De modo que la centralización y la economía de escala introducidas por la imprenta y tecnologías similares están desapareciendo.

Y este contexto cambiante modifica el funcionamiento la ley de copyright. Verán, la ley de copyright ya no funciona como una regulación industrial; ahora es una restricción draconiana sobre el público en general. Solía ser una restricción sobre los editores por el bien de los autores. Ahora, para propósitos prácticos, es una restricción sobre el público para provecho de los editores. El copyright solía ser bastante indoloro e incontrovertido. No restringía al público en general. Hoy en día eso ya no es así. Los editores consideran que restringir a quien posee una computadora es su más alta prioridad. El copyright era fácil de hacer cumplir porque era una restricción que pesaba solo sobre los editores, que eran fáciles de encontrar y lo que publicaban fácil de ver. Ahora el copyright es una restricción que pesa sobre cada uno de nosotros. Hacerlo cumplir requiere vigilancia e intrusión, como así también duros castigos, y observamos que esto se está incorporando a la legislación de los EE. UU. y de otros países.

Y podría decirse que el copyright era un trato ventajoso para el público porque el público estaba cediendo libertades que no podía ejercer. Bien, ahora sí puede ejercer esas libertades. ¿Qué se hace si uno ha estado produciendo un subproducto de ninguna utilidad para uno mismo y por lo tanto lo cedía, y de pronto descubre que lo puede usar? De hecho, puede consumirlo, usarlo. ¿Qué se hace entonces? No lo cede completamente, conserva una parte. Y eso es lo que el público querría naturalmente hacer. Eso es lo que el público hace cada vez que se le da la oportunidad de expresar su preferencia. Conserva algo de su libertad y la ejerce. Napster es un gran ejemplo de eso: el público decide ejercer la libertad de copiar en vez de cederla. Entonces lo que naturalmente tenemos que hacer para adecuar la ley de copyright a las circunstancias actuales es reducir el poder que reciben los titulares de copyright, reducir las restricciones que pesan sobre el público e incrementar la libertad que el público puede conservar.

Pero no es esto lo que los editores quieren. Lo que quieren hacer es exactamente lo opuesto: incrementar los poderes del copyright a punto tal que les permita controlar todo uso que se haga de la información. Esto ha conducido a la promulgación de leyes que han otorgado un incremento sin precedentes de los poderes del copyright. Se le están quitando al público las libertades que solía tener en la era de la imprenta.

Por ejemplo, echemos un vistazo a los libros electrónicos. Hay una tremenda cantidad de publicidad sobre ellos, difícilmente se puede evitar. Recuerdo que cuando tomé un vuelo en Brasil, en la revista de a bordo había un artículo que decía que probablemente dentro de diez o veinte años todos nos habríamos pasado a los libros electrónicos. Resulta evidente que este tipo de campaña proviene de alguien que la paga. Ahora bien, ¿por qué lo hacen? Creo que lo sé. La razón es que los libros electrónicos ofrecen la oportunidad de quitar a los lectores de libros impresos algunas de las libertades residuales que aún tienen y que siempre han tenido. La libertad, por ejemplo, de prestar el libro a un amigo, o de tomarlo prestado de una biblioteca pública, o de vender una copia a una librería de libros usados, o de comprar una copia anónimamente sin tener que dejar registrado en una base de datos el nombre de quien compró ese libro en particular. Y quizá incluso el derecho a leerlo dos veces.

Estas son libertades que los editores quisieran quitar, pero no pueden en el caso de los libros impresos porque sería un abuso de poder muy obvio y generaría protestas. De manera que han encontrado una estrategia indirecta: primero obtienen la legislación para quitar esas libertades para los libros electrónicos cuando todavía no hay libros electrónicos, así evitan las controversias. No existen usuarios de libros electrónicos que estén acostumbrados a sus libertades y dispuestos a defenderlas. Eso ya lo obtuvieron con el Digital Millenium Copyright Act en 1998. Luego introducen los libros electrónicos y gradualmente logran que todos los usen en lugar de los libros impresos. El resultado final es que los lectores habrán perdido esas libertades sin que jamás haya habido un instante en el que les fueron quitadas, un momento en el que habrían podido luchar para conservarlas.

Vemos al mismo tiempo esfuerzos para quitarle a la gente libertades en el uso de otros tipos de obras publicadas. Por ejemplo, las películas en DVD se publican en un formato cifrado que solía ser secreto —ideado con el objetivo de que fuera secreto— y la única manera de conseguir que las compañías filmográficas facilitaran las especificaciones del formato para poder fabricar un reproductor de DVD era firmar un contrato comprometiéndose a incluir ciertas restricciones en el reproductor, de manera que se le impediría al público ejercer plenamente sus derechos legítimos. Así, algunos programadores ingeniosos en Europa encontraron la forma de descifrar los DVD y escribieron un paquete de software libre que podía leer un DVD. Esto hizo posible usar software libre en el sistema operativo GNU/Linux para ver la película en DVD que se había comprado, lo cual es algo perfectamente legítimo. Había que poder hacer eso con software libre.

Pero las compañías filmográficas objetaron y apelaron a los tribunales. Es que tales compañías solían hacer un montón de películas en las que había un científico loco y alguien decía «pero doctor, hay ciertas cosas que se supone que la humanidad no debe conocer». Seguramente han visto demasiadas de sus propias películas porque llegaron a creer que el formato de los DVD es algo que la humanidad no debía conocer y obtuvieron un fallo para censurar totalmente el software reproductor de DVD. Hasta se prohibió poner un enlace a un sitio fuera de los EE. UU. donde la información estuviera legalmente disponible. Se ha hecho una apelación a este fallo. Me enorgullece decir que firmé un breve alegato en aquella apelación, aunque juego un rol bastante pequeño en esa batalla en particular.

El gobierno de los EE. UU. intervino directamente en favor de la otra parte. Esto no es sorprendente si se consideran los motivos reales por los que se aprobó la Ley de copyright del milenio digital (DMCA), debido al sistema que tenemos en EE. UU. para financiar las campañas políticas. Se trata esencialmente de soborno legalizado: las compañías compran a los candidatos incluso antes de que sean electos y, naturalmente, estos saben quién es su amo —saben para quién trabajan— y aprueban leyes que otorgan más poder a las compañías.

No sabemos qué ocurrirá con aquella batalla en particular, pero mientras tanto Australia ha aprobado una ley similar y Europa ya casi termina de adoptar una. Así que el plan es no dejar lugar en la Tierra donde esta información esté disponible al público. Pero EE. UU. sigue siendo el líder mundial en el intento de impedir que el público distribuya información que ha sido publicada.

Sin embargo, EE. UU. no es el primer país que hace de esto una prioridad. La Unión Soviética trató este tema como algo muy importante. Allí la copia y redistribución sin autorización se conocía como Samizdat, y para erradicarlo desarrollaron una serie de métodos: primero, guardias que vigilaban todos los equipos de copia para verificar qué era lo que la gente copiaba e impedir que se copiara lo que estaba prohibido. Segundo, duros castigos para cualquiera que fuera sorprendido haciendo copias prohibidas. Podían mandarlos a Siberia. Tercero, informantes a quienes se les pedía que delataran a sus vecinos y compañeros denunciándoles a la policía de la información. Cuarto, responsabilidad colectiva: «¡Tú! ¡Tú vas a vigilar a ese grupo! Si pesco a alguno de ellos haciendo copias prohibidas, irás a prisión. Así que vigílalos bien». Y quinto, propaganda, empezando desde la niñez para convencer a todos de que solo un terrible enemigo del pueblo podría cometer el delito de hacer copias prohibidas.

En este momento EE. UU. está aplicando todos estos métodos. Primero, guardias que vigilan los equipos. Sí, en las tiendas de copiado hay guardias que verifican lo que la gente copia. Pero emplear guardias en carne y hueso para vigilar lo que cada uno copia en su propio ordenador sería demasiado caro, el trabajo humano cuesta demasiado. Entonces ponen guardias robot. Ese es el propósito de la Ley de copyright del milenio digital. Se introduce un software en nuestros ordenadores que es el único que nos permite acceder a cierta información y al mismo tiempo impide la copia.

Ahora existe un plan para introducir este software en todos los discos rígidos, de modo que podría haber archivos en el disco rígido de nuestros ordenadores a los que ni siquiera podemos acceder, excepto obteniendo permiso de algún servidor de red para acceder al archivo. Y esquivar este software o incluso decirle a otra gente cómo esquivarlo es un delito.

Segundo, duros castigos. Hasta hace unos pocos años hacer copias y entregárselas a un amigo para ayudarlo no era un delito, nunca lo fue en EE. UU. Pero luego lo criminalizaron, de modo que uno puede ir a parar en prisión durante años por haber compartido con el prójimo.

Tercero, informantes. Bueno, hemos visto los anuncios televisivos y aquellos en los subterráneos de Boston donde se insta a la gente a delatar a sus compañeros de trabajo denunciándolos a la policía de la información, que oficialmente se llama Software Publishers Association (Asociación de Editores de Software).

Y cuarto, responsabilidad colectiva. En EE. UU.esto se ha hecho mediante el reclutamiento de los proveedores de internet (ISP), responsabilizándolos legalmente de todo lo que sus clientes publiquen. El único modo en que pueden evitar ser considerados responsables es si siguen invariablemente el procedimiento de desconectar o quitar la información en menos de dos semanas luego de una queja. Hace pocos días oí que un sitio que contenía una inteligente protesta criticando al City Bank por algunas de sus malvadas políticas fue desconectado de esta manera. Hoy en día ni siquiera se somete a juicio, simplemente se desenchufa el sitio.

Y, finalmente, propaganda, comenzando desde la infancia. Para eso se usa la palabra «pirata». Si hacemos un poco de memoria recordaremos que hace apenas unos pocos años el término «pirata» se aplicaba a los editores que no pagaban al autor. Pero ahora se le ha dado la vuelta completamente. Ahora se aplica a los miembros del público que escapan al control del editor. Se está usando para convencer a la gente de que únicamente un malvado enemigo del pueblo podría cometer el acto prohibido de hacer copias. Dicen que «compartir con tu prójimo es el equivalente moral de atacar un barco». Espero que usted no esté de acuerdo con eso, y en tal caso espero que se rehúse a usar el término de esa manera.

Así que los editores están comprando leyes para darse más poder a sí mismos. Además, están extendiendo los plazos de duración del copyright. La Constitución de los EE. UU. dice que el copyright debe tener una duración limitada, pero los editores quieren que dure para siempre. Obtener una enmienda constitucional sería bastante difícil, así que encontraron una manera más fácil de lograr el mismo resultado. Cada veinte años extienden retroactivamente el copyright por veinte años. Así, el resultado es que en cualquier determinado momento el copyright dura nominalmente por un cierto período y cualquier determinado copyright se extinguirá nominalmente algún día. Pero esa extinción nunca será alcanzada porque cada copyright será extendido por veinte años cada veinte años; así, ninguna obra llegará nunca al dominio público. Esto se ha dado en llamar «plan de copyright perpetuo a plazos».

La ley que en 1998 extendió el copyright por 20 años se conoce como «Ley Mickey Mouse de extensión del copyright» (Mickey Mouse Copyright Extension Act) porque uno de los principales auspiciantes de esta ley fue Disney. Disney se dio cuenta de que el copyright sobre Mickey Mouse iba a expirar y no quieren que eso ocurra nunca pues ganan muchísimo dinero con ese copyright.

Ahora bien, se supone que el título original de esta charla es «Copyright y Globalización». Si observan la globalización, verán que está compuesta de un conjunto de políticas que se adoptan en nombre de la eficiencia económica o los así llamados tratados de libre comercio, los cuales realmente están diseñados para otorgar a las compañías poder sobre leyes y políticas. No son realmente de libre comercio sino de transferencia de poder: quitar el poder a los ciudadanos de cualquier país de dictar leyes que pudieran acaso considerar sus propios intereses, y dar ese poder a las compañías que no considerarán los intereses de los ciudadanos.

Para estas compañías la democracia es un problema y los tratados están diseñados para terminar con él. Por ejemplo, creo que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) contiene disposiciones que permiten a las compañías demandar a otro gobierno para que se deshaga de alguna ley que, según consideran, interfiere con sus beneficios en aquel país. Así, las compañías extranjeras tienen más poder que los mismos ciudadanos del país.

Se está intentando extender esto más allá del NAFTA. Por ejemplo, esta es una de las metas de la así llamada Área de Libre Comercio de las Américas, extender este principio a todos los países de Sudamérica y el Caribe, y la finalidad del acuerdo multilateral sobre inversión era diseminarlo en todo el mundo.

Una cosa que hemos visto en los años noventa es que estos tratados empiezan a imponer el copyright por todo el mundo, y de maneras más poderosas y restrictivas. Estos tratados no son tratados de libre comercio. Son de hecho tratados de comercio controlados por corporaciones, usado para darles a las corporaciones control sobre el comercio mundial, para eliminar el libre comercio.

Cuando EE. UU. era un país en desarrollo en los años 1800, no reconocía los copyrights extranjeros. Fue una decisión inteligente y tomada cuidadosamente. Se entendía que, para EE. UU., reconocer copyrights extranjeros sería una desventaja ya que absorbería dinero sin producir mucho benefecio.

La misma lógica se aplicaría hoy a los países en desarrollo, pero EE. UU. tiene suficiente poder para obligarlos a ir en contra de sus propios intereses. De hecho, es un error hablar de los intereses de los países en este contexto. Estoy seguro de que la mayoría de ustedes han oído la falacia de intentar juzgar el interés público mediante la suma de la riqueza de todos. Si los trabajadores norteamericanos perdieran mil millones de dólares y Bill Gates ganase dos mil millones, ¿los norteamericanos estarían en general mejor? ¿Sería bueno para EE. UU.? Si se considera únicamente el total, aparentemente lo sería. Sin embargo, este ejemplo en realidad muestra que considerar el total es incorrecto: Bill Gates realmente no necesita otros dos mil millones, mientras que la pérdida de mil millones podría ser dolorosa para la gente que ni siquiera dispone de esa cantidad. Bueno, cuando oímos hablar de los intereses de este o de aquel país en una discusión acerca de cualquiera de estos tratados de comercio, lo que están haciendo en cada país es sumar los ingresos de todos. Están haciendo la suma de la gente rica y la gente pobre. Se trata de una excusa para aplicar esa misma falacia y así llevarnos a ignorar el efecto que el tratado tendrá en la distribución de la riqueza del país y evitar que consideremos si el tratado va a aumentar la disparidad, como ha sucedido en los EE. UU.

De modo que lo que se está defendiendo al imponer el copyright alrededor del mundo no son realmente los intereses de EE. UU. sino los intereses de ciertos propietarios de compañías, muchos de los cuales están en EE. UU. y algunos en otros países. No se defiende el interés público, en ningún sentido.

Pero, ¿qué es lo más sensato que se podría hacer? Si, por ejemplo, creemos en el objetivo del copyright declarado en la Constitución de EE. UU. —el objetivo de «promover el progreso»— ¿qué políticas inteligentes se podrían adoptar en la era de las redes de computadoras? Está claro que, en vez de incrementar los poderes del copyright, tenemos que disminuirlos para otorgarle al público cierto dominio de libertad de manera que pueda beneficiarse de la tecnología digital, usar las redes de computadoras. Pero, ¿qué tan lejos deberíamos ir? Es una pregunta interesante porque no creo que necesariamente tengamos que abolir del todo el copyright. La idea de renunciar a algunas libertades a cambio de más progreso todavía podría ser ventajosa a un cierto nivel, aun cuando el copyright tradicional quita demasiada libertad. Pero para pensar acerca de esto inteligentemente, lo primero que debemos reconocer es que no hay razón para hacerlo totalmente uniforme. No hay razón para insistir en hacer el mismo trato para todo tipo de obras.

De hecho, no es ese el caso actualmente porque hay muchas excepciones para la música. La ley de copyright trata el tema de la música de manera muy diferente. Pero los editores, con austucia, insisten arbritariamente en uniformar. Eligen algún caso especial peculiar y argumentan que, en ese caso especial, sería ventajoso tener esta cantidad de copyright. Y luego dicen que por el bien de la uniformidad, tiene que haber esta cantidad de copyright para todo. Entonces, por supuesto, eligen un caso especial que sirva como argumentación más convincente, aun cuando sea un caso especial poco común y no realmente muy importante.

Pero quizás deberíamos tener esa cantidad de copyright para ese caso especial en particular. No hay por qué pagar el mismo precio para todo lo que compramos. Mil dólares por un automóvil nuevo puede ser un muy buen precio. Cien dólares por una botella de leche es un precio horrible. No pagaríamos el precio especial por cualquier cosa que compremos en otras áreas de la vida. ¿Por qué hacerlo aquí?

Así que tenemos que tener en cuenta los diferentes tipos de obras, y quisiera proponer una manera de hacerlo.

Esto incluye recetas, programas informáticos, manuales y libros de texto, obras de consulta como diccionarios y enciclopedias. Para todos estos trabajos funcionales, creo que los problemas son básicamente los mismos que para el software y se pueden aplicar las mismas conclusiones. La gente debería tener la libertad aun de publicar una versión modificada porque es muy útil modificar obras funcionales. Las necesidades de la gente no son las mismas para todos. Si yo escribiera una obra cuya función fuera la que yo pienso que tiene que ser, otra persona podría tener una idea diferente acerca de la función que tiene que cumplir, entonces querrá modificarla de modo tal que la obra le resulte útil para lo que tiene que hacer. A tal punto, puede haber otra gente que tenga las mismas necesidades, y la versión modificada puede ser buena también para esas personas. Todos los que saben cocinar saben esto y lo han sabido por cientos de años. Es normal hacer copias de recetas y dárselas a otra gente, y también es normal cambiar una receta. Si cambiamos la receta y cocinamos para nuestros amigos, y a ellos les gusta lo que están comiendo, podrán decirnos «¿me darías la receta?». Entonces quizás escribamos nuestra versión y les demos copias. Esto es exactamente lo mismo que, mucho después, nosotros empezamos a hacer en la comunidad del software libre.

Ese es un tipo de obras. El segundo tipo son las obras cuyo propósito es decir lo que cierta gente piensa. Expresar la opinión de las personas es su propósito. Esto incluye, por ejemplo: memorias, ensayos de opinión, publicaciones científicas, ofertas de compra y venta, catálogos de artículos para vender. El punto de estas obras es que nos comunican lo que alguien piensa, o lo que ha visto, o sus creencias. Modificar estas obras sería tergiversar a los autores, por lo que no es una actividad socialmente útil. De modo que lo único que la gente realmente necesita es un permiso para hacer copias textuales.

La siguiente pregunta es: ¿debería la gente tener derecho a hacer copias textuales con fines comerciales? ¿O es suficiente con las no comerciales? Ya ves, éstas son dos actividades diferentes que podemos distinguir, así que podemos considerar las preguntas por separado: el derecho a hacer copias textuales no comerciales y el derecho a hacer copias textuales comerciales. Bien, podría ser una buena política de compromiso tener copyright cubriendo el copiado textual comercial pero permitir a todos el derecho al copiado textual no comercial. De esta manera, el copyright sobre el copiado textual comercial, así como sobre todas las versiones modificadas -solo el autor podría aprobar una versión modificada- seguiría proveyendo el mismo flujo de ganancia que provee ahora para costear la escritura de estos trabajos, en cualquier grado que sea.

Permitir el copiado textual no comercial significa que el copyright ya no tendrá que entrometerse en el hogar de cada uno. Se convierte de nuevo en una regulación industrial, fácil de hacer cumplir e indolora. Ya no requerirá castigos draconianos e informantes en pos de su cumplimiento. Así obtenemos el mayor beneficio —y evitamos la mayor parte del horror— del actual sistema.

La tercera categoría de trabajos son los trabajos estéticos o de entretenimiento, donde lo más importante es la sensación de apreciar el trabajo. Para estos trabajos, la cuestión de la modificación es muy complicada porque, por un lado, está la idea de que estos trabajos reflejan la visión de un artista, y cambiarlos es distorsionar esa visión. Por otro lado, tenemos el hecho de que existe el proceso folclórico (folk process), donde una secuencia de gente modificando un trabajo puede, aveces, producir un resultado que es extremadamente rico. Aún cuando tengas artistas produciendo los trabajos, tomar prestado de trabajos anteriores es a menudo muy útil. Algunas de las obras de Shakespeare usaron historias tomadas de otras obras. Si las leyes de copyright de hoy hubieran tenido efecto entonces, esas obras hubieran sido ilegales. Así que es una cuestión difícil qué es lo que deberíamos hacer acerca del publicar versiones modificadas de un trabajo estético o artístico, y podríamos tener que buscar más subdivisiones de la categoría para resolver este problema. Por ejemplo, puede ser que los escenarios de juegos de computadora deban ser tratados de una manera; quizás todo el mundo debería ser libre de publicar versiones modificadas de ellos. Pero quizás una novela debería ser tratada de manera diferente; quizás, para ello, la publicación comercial requiera un arreglo con el autor original.

Ahora bien, si la publicación comercial de estos trabajos estéticos está cubierta por el copyright, eso ocasionará buena parte del flujo de ganancias que existe hoy para apoyar a los autores y músicos, en el grado limitado en que el actual sistema los apoya, porque hace un muy mal trabajo. Así que sería un compromiso razonable, como en el caso de los trabajos que representan ciertas personas.

Si miramos adelante, al tiempo en que la era de las redes de computadoras haya empezado plenamente, una vez que hayamos superado esta etapa de transición, podemos imaginar otra manera en que los autores consigan dinero por su trabajo. Imagina que tenemos un sistema de dinero digital que te permite obtener dinero por tu trabajo. Imagina que tenemos un sistema de dinero digital que te permite enviar dinero a alguien a través de Internet. Esto puede hacerse de varias maneras; usando cifrado, por ejemplo. E imagina que el copiado textual de estos trabajos estéticos está permitido. Pero están escritos de tal manera que cuando estás escuchando, o leyendo, o mirando uno de ellos, aparece una caja, a un lado en tu pantalla, que dice "haga click aquí para enviarle un dólar al autor", o al músico, o lo que sea.Y simplemente permanece ahí. No se interpone en tu camino. Está al lado. No interfiere contigo, pero está ahí, recordándote que es algo bueno apoyar a los escritores y a los músicos.

Así que si te gusta el trabajo que estás leyendo o escuchando, eventualmente dirás: «¿Por qué no he de darle a esta gente un dólar? Es solo un dólar. ¿Qué es eso? Ni siquiera lo extrañaré.» Y las personas empezarán a enviar un dólar. Lo bueno sobre esto es que hace del copiado el aliado de los autores y los músicos. Cuando alguien le envía por correo electrónico a un amigo una copia, ese amigo podría enviar un dólar también. Si realmente te gusta, podrías enviar un dólar más de una vez, y ese dólar es más de lo que obtienen hoy si compras el libro o compras el CD, pues ellos obtienen una minúscula fracción de la venta. Los mismos editores que están exigiendo pleno poder sobre el público en nombre de los autores y músicos, les están dando migajas a esos autores y músicos, todo el tiempo.

Les recomiendo leer el artículo de Courtney Love en la revista Salon, un artículo sobre los piratas que planean usar el trabajo de los músicos sin pagarles. Estos piratas son las compañías discográficas que les pagan a los músicos el 4% de las ventas, en promedio. Por supuesto, los músicos muy exitosos reciben una porción mayor. Ellos obtienen más del 4% de sus grandes ventas, lo que significa que la gran mayoría de los músicos que tienen un contrato discográfico obtienen menos del 4% de sus pequeñas ventas.

Éste es el modo en que funciona: la compañía discográfica gasta dinero en publicidad y considera este gasto como un adelanto a los músicos, aunque los músicos nunca lo vean. Entonces, nominalmente, cuando compras un CD, cierta fracción de ese dinero va a los músicos, pero realmente no es así. En realidad, está destinado a pagar los gastos publicitarios, y solamente si los músicos son muy exitosos podrán ver algo de ese dinero.

Los músicos, por supuesto, firman sus contratos discográficos porque tienen la esperanza de ser uno de esos pocos que se hacen ricos. Así que, esencialmente, es una lotería que se les ofrece a los músicos para tentarlos. Aun cuando sean buenos en música, pueden no ser buenos en razonamiento lógico y cuidadoso para poder ver esta trampa. Entonces firman y probablemente todo lo que obtienen es publicidad. Bueno, ¿por qué no les damos publicidad de una manera diferente? No a través de un sistema basado en la restricción del público, un sistema de los complejos industriales que nos ensillan con una música piojosa que es fácil de vender. En cambio, ¿por qué no hacer del impulso natural del oyente por compartir la música que le gusta, el aliado de los músicos? Si tenemos esta caja que aparece en el reproductor como un modo de enviar un dólar a los músicos, entonces las redes de computadoras podrían ser el mecanismo para dar a los músicos esta publicidad, la misma publicidad que es todo lo que ahora obtienen de los contratos discográficos.

Debemos reconocer que el sistema de copyright existente hace un pésimo trabajo de apoyo a los músicos. Tan malo como el que hace el comercio mundial al intentar elevar el nivel de vida en las Filipinas y en China. Tienes estas zonas industriales donde todo el mundo trabaja en una fábrica de explotación, y todos los productos se hacen en fábricas de explotación. Supe que la globalización era una manera muy ineficiente de elevar el nivel de vida de los pueblos de ultramar. Digamos, a un norteamericano se le paga veinte dólares la hora para hacer algo y le das ese trabajo a un mexicano a quien se le paga quizás seis dólares por día. Lo que ocurrió aquí es que quitaste una gran cantidad de dinero de un trabajador norteamericano, diste una fracción minúscula, unos pocos centésimos, a un trabajador mexicano, y el resto lo has devuelto a la compañía. Si tu meta es elevar el nivel de vida de los trabajadores mexicanos, esta es una pésima manera de hacerlo.

Es interesante ver cómo el mismo fenómeno se da en la industria del copyright, la misma idea general. En nombre de estos trabajadores, quienes ciertamente merecen algo, propones medidas que les dan una diminuta porción y en realidad principalmente aumentan el poder de las compañías de controlar nuestras vidas.

Si estás tratando de reemplazar un sistema muy bueno, tienes que hacer un esfuerzo muy grande para encontrar una alternativa mejor. Si sabes que el actual sistema es deplorable, no es tan difícil encontrar una alternativa mejor; el patrón de comparación hoy es muy bajo. Siempre debemos recordar eso cuando consideramos cuestiones de política de copyright.

Creo que dije buena parte de lo que quiero decir. Quisiera mencionar que mañana es el «día del teléfono enfermo» (Phone-In Sick Day) en Canadá. Mañana es el comienzo de una cumbre para terminar de negociar el Área de Libre Comercio de las Américas, para tratar de extender el poder corporativo hacia más países, y se está planeando una gran protesta en Quebec. Hemos visto métodos extremos usados para aplastar esta protesta. Un montón de norteamericanos están impedidos de entrar a Canadá a través de la frontera que, se supone, debería permitirles entrar en cualquier momento. Bajo las excusas más endebles han construido un muro alrededor del centro de Quebec para usarlo como fortaleza y mantener a los manifestantes afuera. Hemos visto gran cantidad de trucos sucios usados contra la protesta pública contra estos tratados. Entonces, cualquier democracia que nos quede luego de que los poderes de gobierno se les haya quitado a nuestros gobernantes democráticamente electos y dados a las compañías y a cuerpos internacionales no electos, lo que sea que quede luego de eso, puede no sobrevivir a la protesta pública en su contra.

Dediqué diecisiete años de mi vida a trabajar en software libre y cuestiones aledañas. No lo hice porque piense que es la cuestión política más importante del mundo. Lo hice porque era el área en donde vi que tendría que usar mis destrezas para hacer mucho bien. Pero lo que ocurrió es que las cuestiones políticas en general evolucionaron, y la cuestión política más importante del mundo, hoy, es resistir la tendencia a dar poder a las compañías sobre el público y los gobiernos. Veo al software libre y los problemas aledaños como parte de esa cuestión de primer orden. Así que me encontré indirectamente trabajando en esa cuestión. Espero contribuir en algo al esfuerzo.

RESPUESTA:

THORNBURN: Vamos a escuchar preguntas y comentarios de la audiencia en un momento. Pero antes permítanme ofrecerles una breve y somera respuesta. Me parece que el consejo más fuerte e importante que Stallman nos ofrece tiene dos elementos clave. Uno es el reconocimiento de que las viejas suposiciones sobre el copyright, los viejos usos del copyright, son inapropiados; están siendo desafiados o socavados por el advenimiento de la computadora y de las redes de computadoras. Eso puede ser obvio, pero es esencial.

El segundo es el reconocimiento de que la era digital nos pide reconsiderar cómo distinguimos y sopesamos las formas de trabajo intelectual y creativo. Stallman, indudablemente, está en lo cierto al afirmar que ciertos tipos de emprendimiento intelectual justifican más protección por copyright que otros. Tratar de identificar sistemáticamente estos diferentes tipos o niveles de protección por copyright, me parece una valiosa manera de ocuparse de los problemas relativos al trabajo intelectual surgidos con el advenimiento de la computadora.

Pero pienso que detecto otro tema subyacente en lo que Stallman ha estado diciendo y que no es en realidad directamente sobre computadoras, sino más ampliamente sobre cuestiones de autoridad democrática y sobre el poder que los gobiernos y las corporaciones crecientemente ejercen sobre nuestras vidas. Este lado populista y anticorporativo del discurso de Stallman es enriquecedor pero también reductivo, potencialmente simplista. Y es también quizás demasiado idealista. Por ejemplo, cómo podría un novelista o un poeta o un autor de canciones o un músico o el autor de un libro de texto académico, sobrevivir en este mundo feliz en que la gente es alentada pero no obligada a pagar a los autores. En otras palabras, me parece que la brecha entre la práctica existente y las posibilidades visionarias sobre las que especula Stallman, es todavía inmensamente ancha.

Entonces voy a concluir preguntándole a Stallman si quisiera expandir un poco ciertos aspectos de su charla y, específicamente, si es que tiene más ideas sobre la manera en que aquellos que llamaremos "creadores tradicionales" pueden ser protegidos bajo su sistema de copyright.

STALLMAN: Primero de todo, tengo que señalar que no debemos usar el término "protección" para describir lo que hace el copyright. El copyright restringe a la gente. El término «protección» es un término de propaganda de las empresas propietarias de copyright. El término «protección» significa impedir que algo sea, de alguna manera, destruido. Bien, yo no creo que una canción sea destruida si hay más copias de ella siendo escuchadas. No creo que una novela sea destruida si más gente está leyendo copias de ella. Así que no usaré esa palabra. Pienso que conduce a la gente a identificarse con el bando equivocado.

También, es una muy mala idea pensar acerca de la propiedad intelectual por dos razones: primero, prejuzga la pregunta más fundamental en el área, que es: ¿cómo deberían ser tratadas estas cosas, y deberían tratarse como un tipo de propiedad? Usar el término «propiedad intelectual» para describir el área es presuponer que la respuesta es «sí», que ésa es la manera de tratar las cosas, no alguna otra manera.

Segundo, promueve la sobre-generalización. La propiedad intelectual es un término genérico para varios sistemas legales con orígenes independientes como copyrights, patentes, marcas registradas, secretos comerciales y algunas otras cosas. Son casi completamente diferentes; no tienen nada en común. Pero la gente que oye el término «propiedad intelectual» es conducida a una falsa imagen, donde creen que hay un principio general de propiedad intelectual que es aplicado a áreas específicas. Entonces asumen que esas variadas áreas de la ley son similares. Esto conduce no solo a pensamiento confuso acerca de qué es correcto hacer; conduce a la gente a no poder entender qué es lo que de hecho dice la ley, porque suponen que la ley de copyright, la ley de patentes y la ley de marcas registradas son similares, cuando, de hecho, son totalmente diferentes.

Así que si quieres promover el pensamiento cuidadoso y el claro entendimiento de qué es lo que la ley dice, evita el uso del término «propiedad intelectual». Habla de copyright. O de patentes. O de marcas registradas o cualquiera que sea el asunto del que quieras hablar. Pero no hables de propiedad intelectual. Una opinión acerca de la propiedad intelectual es casi necesariamente insensata. Yo no tengo una opinión acerca de la propiedad intelectual. Tengo opiniones acerca del copyright, de las patentes y las marcas registradas, y son diferentes. Llegué a ellas mediante procesos de pensamiento diferentes porque esos marcos legales son totalmente diferentes.

Bueno, lo he dicho entre paréntesis, pero es sumamente importante.

Ahora permítanme llegar al punto. Por supuesto, no podemos ver ahora qué tan bien podría funcionar, o si es que podría funcionar pedirle a la gente que pague dinero voluntariamente a los autores y músicos que aman. Una cosa obvia es que qué tan bien funcione un sistema así es proporcional al número de personas que participan de la red, y ese número, lo sabemos, se incrementará en un orden de magnitud dentro de unos años. Si lo intentásemos hoy, podría fallar, y ello no probaría nada porque con diez veces más gente participando, podría funcionar.

La otra cosa es: no tenemos este sistema de desembolso de dinero digital. Así que en realidad no podemos intentarlo hoy. Podría intentarse algo un poco parecido. Hay servicios que puedes contratar, en donde puedes pagarle dinero a alguien -cosas como Pay Pal. Pero, antes de poder pagarle a nadie mediante Pay Pal, tendrás que soportar un complejo tramiterío y darles información personal sobre ti. Y ellos coleccionan registros sobre a quiénes les pagas. ¿Puedes confiar en que no harán mal uso de ello?

Entonces el dólar puede no desalentarte, pero las dificultades que acarrea el sistema de pago sí pueden desalentarte. El concepto de esto es que debería ser tan fácil como caerse de un tronco pagar cuando tienes la necesidad, de modo que no haya nada que te desaliente excepto el monto de dinero. Y si es lo bastante pequeño, por qué habría de desalentarte. Sabemos, en cambio, que los fans pueden realmente amar a los músicos, y sabemos que alentar a los fans a copiar y redistribuir la música ha sido hecho por algunas bandas que fueron, y son, bastante exitosas, como Grateful Dead. Ellos no tuvieron problemas al ganarse la vida con su música por haber alentado a sus fans a grabarla y copiar las cintas. Ni siquiera perdieron sus ventas de discos.

Nos estamos desplazando de la era de la imprenta a la era de las redes de computadoras, pero gradualmente y no de golpe. La gente todavía compra montones de discos, y probablemente continuará haciéndolo por muchos años, quizá por siempre. En tanto eso continúe, disponer simplemente de copyrights que se apliquen a la venta de discos podría ser casi tan eficaz para apoyar a los músicos como lo es hoy. Por supuesto, esto no es muy eficaz, pero al menos no empeorará.

PREGUNTAS DEL PÚBLICO

PREGUNTA: [Un comentario y una pregunta acerca de la libre descarga y acerca del intento de Stephen King de comercializar una de sus novelas secuencialmente a través de la web].

STALLMAN: Sí, es interesante saber qué hizo y qué ocurrió. Cuando al principio leí sobre eso, me exalté. Pensé: tal vez él está dando un paso hacia un mundo que no esté basado en tratar de mantener al público prisionero con una cadena de hierro. Entonces vi lo que de hecho había escrito para pedir a la gente que le pague. Para explicar lo que hizo: estaba publicando una novela como una serie, por entregas, y dijo: «Si obtengo suficiente dinero, entregaré más». Pero el pedido que escribió difícilmente era un pedido. Era una afrenta al lector. Decía: «Si ustedes no pagan, son malvados. Y si hay demasiados de ustedes que son malvados, entonces simplemente dejaré de escribir esto».

Bien, claramente, no es esa la manera de hacer que el público sienta ganas de enviarte dinero. Tienes que hacer que te amen, no que te teman.

LOCUTOR: Los detalles fueron que él requirió que un cierto porcentaje de personas —no sé el porcentaje exacto, alrededor de 90% suena correcto— le enviara cierto monto de dinero, que era, creo, un dólar o dos dólares, o algo en ese orden de magnitud. Tenías que escribir tu nombre y tu dirección de correo electrónico y alguna otra información para descargar la novela y si no se alcanzaba ese porcentaje luego del primer capítulo, dijo que no publicaría otro capítulo. Fue muy hostil con el público que descargaba.

PREGUNTA: Un sistema en el que no hay copyright sino que a la gente se le pide que haga donaciones voluntarias, ¿no es susceptible de abuso por parte de la gente mediante el plagio?

STALLMAN: No. Eso no es lo que propuse. Recuerda, lo que propongo es que el copyright cubra la distribución comercial y permita solo redistribución textual, no comercial. De modo que cualquiera que la modificara agregándole un enlace a su propio sitio web en lugar de al sitio web del verdadero autor, estaría infringiendo el copyright y podría ser demandado exactamente como podría ser demandado hoy.

PREGUNTA: Ya veo. ¿Entonces imaginas un mundo en el que hay copyright?

STALLMAN: Sí. Como dije, para esa clase de obras. No estoy diciendo que todo debería estar permitido. Estoy proponiendo reducir los poderes del copyright, no abolirlos.

THORNBURN: Una pregunta que se me ocurrió mientras hablabas, Richard, y, otra vez, cuando respondías a esta pregunta es: ¿por qué no consideras las maneras en que el ordenador, por sí mismo, elimina completamente a los intermediarios —del modo en que Stephen King se negó a hacer— y podría establecer una relación personal.

STALLMAN: Bien, pueden y, de hecho, esta donación voluntaria es una de las maneras.

THORNBURN: ¿Piensas que ello no involucrará al editor en ninguna manera?

STALLMAN: Absolutamente no. Espero que no, porque los editores explotan a los autores terriblemente. Cuando les preguntas a los representantes de los editores acerca de esto, responden: «Bueno, sí, si un autor o una banda no desea pasar por nosotros, no debería estar legalmente obligado a hacerlo». Pero, de hecho, están haciendo todo lo posible para impedir que eso resulte factible. Por ejemplo, están proponiendo formatos de copiado restringido, de modo que para publicar en esos formatos, los autores tendrán que pasar por los grandes editores porque estos no revelan a nadie cómo hacerlo. Entonces, su esperanza es un mundo donde los reproductores reproduzcan esos formatos, y para obtener cualquier cosa que se pueda reproducir en tales reproductores habrá que pasar por los editores. Así que, de hecho, aunque no haya una ley que prohíba al autor o al músico publicar en forma directa, no será factible. Está también el señuelo de quizá volverse ricos. Dicen: «te haremos publicidad y quizás te vuelvas tan rico como los Beatles». Escojamos a algún grupo muy exitoso y, por supuesto, solo una minúscula fracción de los músicos tendrá esa suerte. Pero pueden ser llevados así a firmar contratos que los dejarán atrapados para siempre.

Los editores tienden a ser pésimos en respetar sus contratos con los autores. Por ejemplo, en general los contratos para libros siempre han establecido que si un libro se agota los derechos vuelven al autor, pero los editores generalmente no han respetado esa cláusula. A menudo ha habido que hacerla valer por la fuerza. Bien, lo que están empezando a hacer ahora es usar la publicación electrónica como una excusa para decir que nunca se agotará, así nunca tendrán que devolver los derechos. Su idea es hacer que el autor firme cuando está necesitado, y partir de entonces ya no tendrá ningún poder, el poder es solo del editor.

PREGUNTA: ¿Sería bueno tener licencias libres para varios tipos de obras que protejan la libertad del usuario de copiarlas del modo en que sea apropiado para cada tipología?

STALLMAN: Bien, hay gente que está trabajando en eso. Pero para obras que no son funcionales, una cosa no reemplaza la otra. Observemos un tipo de obra funcional, digamos un procesador de texto. Bien, si alguien hace un procesador de texto libre, puedes usarlo, no necesitas los procesadores de texto que no son libres. Pero yo no diría que una canción libre pueda reemplazar a todas las canciones que no son libres o que una novela que es libre reemplace a todas las novelas que no lo son. Para esos tipos de obras, es diferente. Entonces, lo que pienso que simplemente debemos hacer es reconocer que estas leyes no merecen ser respetadas. No es incorrecto compartir con tu prójimo, y si alguien intenta decirte que no puedes compartir, no deberías escucharlo.

PREGUNTA: Con respecto a las obras funcionales, según tu manera de pensar, ¿cómo equilibrar la necesidad de abolir el copyright con la necesidad de incentivos económicos para hacer que se desarrollen esas obras funcionales?

STALLMAN: Bueno, antes que nada lo que vemos es que este incentivo económico es mucho menos necesario de lo que la gente supone. Fíjate en el movimiento del software libre, donde hay más de cien mil voluntarios de tiempo parcial que desarrollan software libre. También vemos que hay otras maneras de recaudar fondos que no se basan en impedir que el público copie y modifique esas obras. Esa es la lección interesante del movimiento del software libre. Aparte de que ofrece una manera de usar computadoras conservando la libertad de compartir y cooperar con los demás, también nos muestra que la suposición negativa de que nadie haría nunca estas cosas a menos que se les den poderes especiales para forzar a la gente a pagarles es sencillamente incorrecta. Mucha gente hará estas cosas. Entonces, si echamos un vistazo a, digamos, la escritura de monografías que sirven como libros de texto en muchos campos de la ciencia excepto los muy básicos, los autores no ganan dinero con ello. Ahora tenemos un proyecto para hacer una enciclopedia libre, que es en realidad un proyecto para una enciclopedia comercial-libre, y está progresando. Teníamos un proyecto para una enciclopedia de GNU, pero lo unimos al proyecto comercial cuando ellos adoptaron nuestra licencia. En enero adoptaron la licencia de documentación libre de GNU para todos los artículos de su enciclopedia. Entonces dijimos: «bien, unamos fuerzas con ellos y alentemos a la gente a contribuir con ellos». Se llama «Nupedia», y hay un enlace a ella en http://www.gnu.org/encyclopedia. Así que hemos ampliado el desarrollo comunitario de una base de conocimientos útiles, del software a la enciclopedia. Estoy bastante seguro ahora de que para todas estas áreas de obras funcionales no necesitamos ese incentivo económico al punto de tener que perturbar el uso de las obras.

THORNBURN: Bien, ¿qué hay de las otras dos categorías?

STALLMAN: Para los otros dos tipos de obras, no sé. No sé si la gente va a escribir algún día novelas sin preocuparse por ganar dinero con ello. En una sociedad post-escasez, pienso que sí. Puede que lo que necesitemos hacer para alcanzar la sociedad post-escasez es eliminar el control corporativo sobre la economía y las leyes. Así que, en efecto, es el problema del huevo y la gallina. ¿Qué hacemos primero? ¿Cómo obtenemos un mundo en donde la gente no tenga que conseguir dinero desesperadamente, si no eliminado el control corporativo? ¿Y cómo podemos eliminar el control corporativo si no...? No lo sé, pero por eso estoy tratando de proponer primero un sistema de copyright de compromiso, y, en segundo lugar, el pago voluntario apoyado por un sistema de copyright de compromiso como una manera de proveer un flujo de ganancias para la gente que escribe estas obras.

PREGUNTA: ¿Cómo esperas implementar este sistema de copyright de compromiso bajo la horca de los intereses corporativos en los políticos norteamericanos, dado el sistema de financiamiento de las campañas políticas?

STALLMAN: Me supera. Ojalá supiera. Es un problema terriblemente difícil. Si supiera cómo resolver ese problema, lo resolvería y nada en el mundo podría hacerme sentir más orgulloso.

PREGUNTA: ¿Cómo luchas contra el control corporativo? Porque cuando observas esas sumas de dinero destinadas al lobby corporativo en los tribunales, es tremendo. Pienso que el caso de DECS del que estás hablando le está costando algo así como un millón y medio de dólares a la defensa. Solo Dios sabe cuánto le está costando a la parte corporativa. ¿Tienes alguna idea de cómo actuar frente a estas enormes sumas de dinero?

STALLMAN: Tengo una sugerencia. Si aconsejáramos boicotear totalmente las películas, pienso que la gente ignoraría esa sugerencia. Podrían considerarlo demasiado radical. Así que quisiera hacer una sugerencia levemente diferente que conduce al mismo resultado: no ir al cine a menos que tengamos una razón sustancial para creer que la película es buena. Ahora bien, en la práctica esto conduciría a casi el mismo resultado que el boicot total de las películas de Hollywood. En extensión es casi el mismo, pero en intención es muy diferente. He notado que mucha gente va al cine por razones que nada tienen que ver con lo que piensen que es la película, si opinan que es buena o no. Así que si cambiamos eso, si solo vamos a ver una película cuando tenemos alguna razón sustancial para creer que es buena, le estaremos quitando a Hollywood una buena parte de recaudación.

THORNBURN: Una manera de entender todo este discurso hoy, pienso, es reconocer que siempre que las tecnologías radicales, potencialmente transformadoras, aparecen en la sociedad, hay una lucha para decidir quién las controla. Hoy estamos repitiendo lo que ocurrió en el pasado. Entonces, desde este ángulo, puede no haber una razón para desesperar, o aún para el pesimismo, acerca de qué pueda ocurrir en el largo plazo. Pero en el corto plazo, las luchas por el control de texto e imágenes, y todas forma de información, serán probablemente dolorosas y extensas. Por ejemplo, como docente de Medios, mi acceso a imágenes fue restringido, en años recientes, de un modo como nunca antes había ocurrido. Si escribo un ensayo en el que quiero usar imágenes fijas, aun de películas, es mucho más difícil obtener permiso de uso, y los precios son mucho más elevados, aun cuando yo dé argumentos acerca de investigación intelectual y la categoría legal fair use. Entonces, pienso, en este momento de extensa transformación, las perspectivas a mayor plazo pueden, de hecho, no ser tan perturbadoras como lo que está ocurriendo en el corto plazo. Pero, en todo caso, necesitamos comprender toda nuestra experiencia contemporánea como una versión renovada de la lucha por el control de recursos tecnológicos, que es un principio recurrente de la sociedad occidental.

También es esencial entender que la historia de las viejas tecnologías es, en sí misma, una materia complicada. El impacto de la imprenta en España, por ejemplo, es radicalmente diferente de su impacto en Inglaterra o en Francia.

PREGUNTA: Una de las cosas que me molesta cuando oigo discusiones sobre el copyright es que a menudo comienzan con «Queremos un cambio de ciento ochenta grados. Queremos eliminar todo tipo de control.» Me parece que parte de lo que subyace bajo las tres categorías que fueron sugeridas es un reconocimiento de que hay algún tipo de sabiduría en el copyright. Algunos de los críticos del curso que está tomando el copyright hoy, creen, de hecho, que debería ser respaldado y funcionar mucho más como las patentes y las marcas registradas en términos de su duración. Me pregunto si nuestro orador querrá comentar esta estrategia.

STALLMAN: Estoy de acuerdo en que acortar el plazo de validez del copyright es una buena idea. No hay absolutamente ninguna necesidad en términos de alentar la publicación por la posibilidad de que los copyrights duren hasta ciento cincuenta años, lo cual, en algunos casos es posible bajo la presente ley. Ahora bien, las compañías estuvieron diciendo que un copyright de setenta y cinco años sobre un trabajo hecho por encargo no era lo bastante largo para hacer posible la producción de esos trabajos. Me gustaría desafiar a esas compañías a que presenten planillas con balances proyectados para los próximos setenta y cinco años respaldando esa afirmación. Lo que ellos en realidad querían era, sencillamente, poder extender los copyrights sobre los trabajos viejos, de modo de poder continuar restringiendo su uso. Pero cómo puedes alentar mayor producción en los años '20 extendiendo el copyright hoy, no lo sé, a menos que tengan una máquina del tiempo en algún lugar. Por supuesto, en una de sus películas, tenían una máquina del tiempo. Así que eso debe ser lo que afectó su razonamiento.

PREGUNTA: ¿Has pensado en extender el concepto de fair use? Y, ¿hay alguna variación o distinción al respecto que quieras presentarnos?

STALLMAN: Bien, la idea de dar a todo el mundo permiso para hacer copias textuales no comerciales de dos tipos de trabajo, ciertamente puede ser pensado como una extensión de lo que es fair use. Es mayor de lo que actualmente es fair use. Si tu idea es que el público cede ciertas libertades para obtener más progreso, entonces puedes trazar la línea en varios lugares diferentes. ¿Qué libertades cede el público y cuáles conserva?

PREGUNTA: Para extender la conversación solo un momento: en ciertos campos del entretenimiento, tenemos el concepto de presentación pública. Así, por ejemplo, el copyright no nos impide cantar villancicos en Navidad pero impide su ejecución pública. Y yo me pregunto si no sería útil, en vez de expandir el fair use a copiado textual, ilimitado, no comercial, pensar en algo menos que eso pero más que el presente concepto de fair use.

STALLMAN: Yo solía creer que eso sería suficiente, y entonces Napster me convenció de lo contrario, porque Napster es usado por sus usuarios para redistribución textual, no comercial. El servidor Napster, en sí mismo, es una actividad comercial, pero la gente que está de hecho poniendo el material lo hace de manera no comercial, y ellos podrían haberlo hecho en sus propios sitios web igual de fácilmente. La tremenda excitación sobre el interés en, y el uso de, Napster, muestra que eso es muy útil. Así que ahora estoy convencido de que la gente debería tener derecho a publicar copias textuales, no comercialmente redistribuidas, de cualquier cosa.

PREGUNTA: Una analogía que me fue sugerida recientemente para toda la cuestión Napster es la analogía de la biblioteca pública. Supongo que algunos de ustedes que han oído los de Napster, han oído esta analogía. Me pregunto si podrías comentarla. Los defensores del pueblo, que dicen que Napster debería continuar y que no deberían haber restricciones sobre él, a veces dicen algo como esto: «Cuando las personas van a la biblioteca pública y piden prestado un libro, no están pagando por él, y pueden pedirlo prestado docenas de veces, cientos de veces, sin cargo adicional. ¿Por qué Napster es en algo diferente?».

STALLMAN: Bueno, no es exactamente lo mismo. Pero debería señalarse que los editores quieren transformar a las librerías públicas en tiendas en las que se paga por usar. Así que están en contra de las librerías públicas.

PREGUNTA: ¿Pueden estas ideas sobre el copyright sugerir algunas ideas para ciertas cuestiones sobre ley de patentes, tales como hacer drogas genéricas baratas para usar en África?

STALLMAN: No, no hay absolutamente ninguna similaridad. Las cuestiones de patentes son totalmente distintas de las cuestiones de copyright. La idea de que tienen algo que ver es una de las consecuencias desafortunadas de usar el término «propiedad intelectual» y alentar a la gente a asociar estas cuestiones, porque, como han oído, estuve hablando de cuestiones en las que el precio de una copia no es lo crucial. Pero, ¿cuál es el asunto crucial en hacer medicamentos contra el SIDA para África? Es el precio, nada más que el precio.

Ahora bien, el tema del que estuve hablando surge porque la tecnología de información digital da a cada usuario la facultad de crear copias. Bien, no hay nada que nos dé la facultad de crear copias de medicamentos. No tengo la posibilidad de copiar un medicamento que conseguí. De hecho, nadie puede; no es así como son hechos. Estos medicamentos solo pueden hacerse en costosas fábricas, y se hacen en costosas fábricas centralizadas, ya sean medicamentos genéricos o importados de los EE. UU. De cualquier manera, se harán en un pequeño número de fábricas, y las cuestiones son, simplemente, cuánto cuestan y si están disponibles a un precio que la gente en África pueda pagar.

Así que es una cuestión tremendamente importante, pero es una cuestión totalmente diferente. Solo hay un área donde surge una cuestión con las patentes que es de hecho similar a estas cuestiones de libertad de copiado, y es en la agricultura. Porque hay ciertas cosas patentadas que pueden ser copiadas, más o menos: las cosas vivientes. Se copian a ellas mismas al reproducirse. No es necesariamente un copiado exacto; remezclan los genes. Pero el hecho es que los granjeros durante milenios han estado haciendo uso de esta capacidad de las cosas vivientes de hacer copias de sí mismas. La agricultura es, básicamente, copiar las cosas que criaste y seguir copiándolas cada año. Cuando son patentadas variedades de plantas y animales, cuando los genes son patentados y usados en ellas, el resultado es que a los granjeros se les prohíbe hacer esto.

Hay un granjero en Canadá que tenía una variedad patentada creciendo en su campo, y dijo «Yo no lo hice deliberadamente. El polen voló, y esos genes se introdujeron entre mis plantas.» Y se le dijo que eso no importaba; tuvo que destruirlas de todos modos. Éste fue un ejemplo extremo de cuánto puede el gobierno alinearse con un monopolista.

Entonces creo que, siguiendo los mismos principios que aplico al copiado de cosas en tu computadora, los graneros deberían tener un incuestionable derecho a guardar sus semillas y criar su hacienda. Quizás puedas tener patentes cubriendo compañías vendedoras de semillas, pero no deberían cubrir a los granjeros.

PREGUNTA: Para hacer un modelo exitoso hay más cosas que solo la licencia. ¿Puedes responder a eso?

STALLMAN: En absoluto. Bien, ya saben, no conozco las respuestas. Pero parte de lo que creo crucial para desarrollar información libre, funcional, es el idealismo. La gente tiene que reconocer que es importante para esta información el ser libre, que cuando la información es libre, puedes hacer pleno uso de ella. Cuando está restringida, no puedes. Tienes que reconocer que la información no libre es un intento de dividir a la gente y mantenerlos desamparados y mantenerlos abajo. Entonces pueden tener la idea: «Trabajemos juntos para producir la información que queremos usar, de modo que no esté bajo el control de alguna persona poderosa que pueda dictarnos qué es lo que podemos hacer».

Esto lo impulsa tremendamente. Pero no sé cuánto va a funcionar en varias áreas diferentes, pero pienso que en el área de la educación, donde estás buscando libros de texto, creo ver una manera en que puede hacerse. Hay un montón de docentes en el mundo, docentes que no están en universidades prestigiosas -quizás están en la escuela secundaria, quizás en la preparatoria- donde ellos no escriben y publican gran cosa y no hay una tremenda demanda de ellos. Pero muchos de ellos son inteligentes. Muchos de ellos conocen sus materias bien y podrían escribir libros de texto sobre montones de temas y compartirlos con el mundo y recibir una enorme cantidad de aprecio de la gente que aprenda de ellos.

PREGUNTA: Eso es lo que propuse. Pero lo divertido es que yo conozco la historia de la educación. Eso es lo que yo hago: proyectos educativos con medios electrónicos. No podría encontrar un ejemplo. ¿Conoces alguno?

STALLMAN: No, no conozco. Empecé proponiendo esta enciclopedia libre y fuente de aprendizaje hace un par de años, y pensé que podría tomar probablemente una década para lograr que las cosas comiencen a rodar. Ahora ya tenemos una enciclopedia que está en marcha. Así que las cosas van más rápido de lo que esperaba. Pienso que lo que se necesita es que unas pocas personas empiecen a escribir libros de texto libres. Escribe uno sobre cualquiera que sea tu tema favorito, o una fracción de uno. Escribe unos pocos capítulos de uno y desafía a otras personas a escribir el resto.

PREGUNTA: De hecho, lo que yo buscaba era algo todavía mejor que eso. Lo importante en tu tipo de estructura es alguien que crea una infraestructura en la que todos los demás puedan contribuir. No hay ninguna infraestructura en ningún lugar para poder contribuir con material.

Puedo obtener información de muchos lugares pero no está disponible bajo licencias libres, así que no puedo usarla para hacer un libro de texto libre.

STALLMAN: De hecho, el copyright no cubre los hechos. Sólo cubre el modo en que está escrito. Así que puedes aprender un montón de cualquier lugar y después escribir un libro de texto, y puedes hacer ese libro de texto libre, si quieres.

PREGUNTA: Pero yo no puedo escribir por mí mismo todos los libros de texto que un estudiante necesita para cursar la escuela.

STALLMAN: Bien, es verdad. Y yo tampoco escribí todo un sistema operativo libre completo. Escribí algunas partes e invité a otras personas a unírseme para escribir las partes que faltaban. Así que establecí un ejemplo a seguir. Y dije: «Yo voy en esta dirección. Únete a mí y llegaremos a la meta.» Y se unió la suficiente cantidad de gente, y allí llegamos. Entonces, si piensas en términos de cómo voy a hacer todo este trabajo gigantesco, puede ser desalentador. Así que el punto es: no lo mires de esa manera. Piensa en términos de dar un paso y comprender que, luego de que diste un paso, otra gente dará más pasos y, juntos, el trabajo será realizado.

Asumiendo que la humanidad no se elimine a sí misma, el trabajo que hacemos hoy al producir la infraestructura educativa libre, las fuentes del libre aprendizaje para el mundo, será útil por tanto tiempo como la humanidad exista. Si toma veinte años lograr que se haga, ¿y qué? No pienses en términos del tamaño del trabajo completo. Piensa en términos de la parte que vas a hacer. Eso le mostrará a la gente que puede hacerse, y entonces otros harán otras partes.