Esta es una traducción de la página original en inglés.

Gracias, Larry McVoy

Por primera vez en mi vida, quisiera agradecer a Larry McVoy por haber eliminado recientemente una debilidad crítica en la comunidad del software libre. Lo hizo al anunciar el final de la campaña que llevara a cabo para inducir a los proyectos de software libre a utilizar y fomentar su software privativo. Muy pronto el desarrollo de Linux ya no utilizará ese programa, y ya no difundirá el mensaje de que el software privativo es bueno si es cómodo.

Mi gratitud es limitada, ya que McVoy había creado el problema en primer lugar. Pero así y todo aprecio su decisión.

Hay miles de programas que no son libres, y la mayoría no merecen una atención especial salvo para el desarrollo de un reemplazo libre. Lo que hizo que este programa (BitKeeper) se convirtiera en tristemente célebre y peligroso fue la estrategia de mercado: invitar a los proyectos de software libre de alto perfil a que lo usen, con el fin de atraer más usuarios que paguen.

McVoy puso el programa a disposición de los desarrolladores de software libre gratuitamente. Esto no quiere decir que para ellos fuera software libre: tuvieron el privilegio de no desprenderse de su dinero, pero tuvieron que desprenderse de su libertad. Renunciaron a las libertades fundamentales que definen el software libre: la libertad de ejecutar el programa como desee para cualquier propósito, la libertad de estudiar y modificar el código fuente como desee, la libertad de hacer y redistribuir copias, y la libertad de publicar versiones modificadas.

Desde 1990 el movimiento del software libre viene diciendo: «Piense en “libertad de expresión”, no en “cerveza gratis”» [1]. McVoy dijo lo contrario, invitó a los desarrolladores a centrarse en la falta de un precio monetario en lugar de la libertad. Un activista del software libre desestimaría esta sugerencia, pero las personas de nuestra comunidad que valoran la ventaja técnica por encima de la libertad y de la comunidad estaban dispuestos a aceptar.

El gran triunfo de McVoy fue la adopción de este programa para el desarrollo de Linux. Ningún proyecto de software libre es más visible que Linux. Es el núcleo del sistema GNU/Linux, un componente esencial, y los usuarios a menudo lo confunden con el sistema completo. Como McVoy seguramente planificó, el uso de su programa en el desarrollo de Linux era un poderoso medio de publicidad.

Intencionalmente o no, también fue una poderosa campaña política de relaciones públicas, diciendo a la comunidad del software libre que el software que restringe la libertad es aceptable siempre y cuando sea cómodo. Si hubiéramos tomado esa actitud hacia Unix en 1984, ¿dónde estaríamos hoy? En ninguna parte. Si hubiéramos aceptado el uso de Unix en lugar de intentar reemplazarlo, no existiría nada como el sistema GNU/Linux.

Por supuesto, los desarrolladores de Linux tenían razones prácticas para hacer lo que hicieron. No voy a discutir estas razones, ellos sabrán qué es lo que más les conviene. Pero no tuvieron en cuenta, o no valoraron, cómo esto afectaría a su libertad o al resto de los esfuerzos de la comunidad.

Un kernel libre, incluso todo un sistema operativo libre, no es suficiente para utilizar una computadora en libertad, también necesitamos software libre para todo lo demás. Aplicaciones libres, controladores libres, BIOS libres: algunos de estos proyectos tienen que enfrentar grandes obstáculos, como la necesidad de someter los formatos o los protocolos a técnicas de ingeniería inversa o bien presionar a las empresas para que los documenten, o tratar de buscar soluciones y encarar las amenazas de las patentes, o competir con un efecto de red. El éxito requerirá firmeza y determinación. Un núcleo mejor es conveniente, sin duda, pero no a costa de debilitar el impulso necesario para liberar al resto del mundo del software.

Cuando el uso de su programa se volvió polémico, McVoy respondió con distracciones. Por ejemplo, se comprometió a publicarlo como software libre en caso de que la empresa cesara su actividad. Lamentablemente eso no ayuda mucho mientras la empresa se mantenga activa. Los desarrolladores de Linux respondieron diciendo: «Vamos a cambiar a un programa libre cuando se desarrolle uno mejor». Esta fue una forma indirecta de decir: «Provocamos un desorden, pero no lo vamos a limpiar».

Afortunadamente, no todos los desarrolladores de Linux consideran aceptable que un programa no sea libre, y hay una presión sostenida por tener una alternativa libre. Por último Andrew Tridgell desarrolló un programa de interoperabilidad libre, así que los desarrolladores de Linux ya no necesitarían utilizar un programa que no fuera libre.

McVoy primero se enfureció y amenazó, pero al final optó por irse a casa y llevarse la pelota: retiró el permiso para su uso gratuito en los proyectos de software libre, y los desarrolladores de Linux tendrán que migrar a otro software. El programa que ya no se usa seguirá siendo poco ético y privativo, pero ellos no lo utilizarán, ni siquiera para enseñarles a otros a darle poca importancia a la libertad. Podemos empezar a olvidarnos de ese programa.

No debemos olvidar la lección que hemos aprendido de esto: los programas que no son libres son peligrosos para usted y para su comunidad. No les conceda un espacio en su vida.

Notas de traducción

[1] La explicación de debe a que, en inglés, el término «free» puede significar tanto «libre» como «gratuito».