Esta es una traducción de la página original en inglés.

«Progreso» informático: para bien y para mal


Bradley Horowitz, de Yahoo, propuso aquí que todo objeto en el mundo tuviera un número único asociado, de tal manera que el teléfono móvil pudiera hacer un seguimiento de todo lo que hace quien lo lleva, incluso registrar las latas que compra en el supermercado.

Si son como los de hoy en día, tales teléfonos utilizarán software privativo: software privativo controlado por las empresas que los desarrollaron. Esas empresas se asegurarán de que toda la información sobre los usuarios registrada por los teléfonos quede a disposición de la compañía telefónica (llamémosla Gran Hermano) y, probablemente, de otras empresas.

En el Reino Unido del futuro, tal como lo conciben los nuevos laboristas, sin duda alguna esas compañías entregarían dicha información a la policía. Si el teléfono les informa de que ha comprado, por ejemplo, un palo de madera y un trozo de cartulina, el sistema informático de la compañía telefónica deducirá que usted está planeando una manifestación y lo denunciará automáticamente a la policía, de tal manera que podrán acusarlo de «terrorismo».

En el Reino Unido ser sospechoso es delito, o, para ser más precisos, es delito poseer un objeto bajo ciertas circunstancias que generen una «sospecha razonable» de que dicho objeto pudiera ser utilizado en un acto criminal. El teléfono le dará a la policía múltiples oportunidades para sospechar de usted, de modo que puedan acusarlo de ser sospechoso. Situaciones similares se pueden dar en China, donde Yahoo ha entregado al gobierno toda la información que necesitaba para encarcelar a un disidente, buscando posteriormente la aprobación general con la excusa de que estaba «simplemente siguiendo órdenes».

Horowitz propone que los teléfonos móviles clasifiquen la información automáticamente basándose en las reuniones o eventos en los que hemos participado. Esto significa que la compañía telefónica también sabrá exactamente con quién nos hemos reunido. Tal información será además de interés para los gobiernos dispuestos a violar derechos fundamentales, como el del Reino Unido y China.

No comparto la visión de Horowitz de una vigilancia total. Prefiero un mundo en el que los dispositivos informáticos no recopilen ni divulguen nunca ninguna información sobre nosotros, salvo cuando nosotros mismos así lo queramos.

Además de espiar, el software que no es libre hace otras cosas también graves. A menudo incluye esposas digitales, es decir, herramientas diseñadas para poner limitaciones a los usuarios (también llamadas «gestión digital de restricciones» o DRM). Estas funcionalidades controlan y limitan el acceso, la copia y el intercambio de archivos en nuestros propios ordenadores.

El uso de sistemas DRM es muy habitual: Microsoft lo hace, Apple lo hace, Google lo hace, e incluso la plataforma iPlayer de la BBC lo hace. Muchos gobiernos, poniéndose del lado de estas compañías y en contra de la gente, han declarado ilegal enseñar a los demás cómo liberarse de las esposas digitales. Como resultado, la competencia no contribuye a poner freno a esa práctica: no importa cuántas alternativas tenga el usuario para elegir, todas lo limitarán de la misma manera. Si un ordenador sabe desde dónde se conecta el usuario, el DRM puede llegar a ser incluso más restrictivo: hay compañías que querrían restringir el contenido al que el usuario tiene acceso basándose en su ubicación.

Mi visión del mundo es diferente. Me gustaría ver un mundo en el que todo el software instalado en ordenadores, tanto de sobremesa como portátiles, teléfonos u otros dispositivos portátiles, esté bajo nuestro control y respete nuestra libertad. En otras palabras, un mundo donde todo el software sea libre.

Software libre, software que respeta la libertad, significa que todos los usuarios de un programa tienen la libertad de obtener el código fuente y modificar el programa para adaptarlo a sus necesidades, como así también la libertad de regalar o vender copias del mismo, con o sin modificaciones. Esto significa que son los usuarios los que tienen el control. Si los usuarios tienen el control, nadie tiene el poder de imponer funcionalidades maliciosas a los demás.

Aunque los usuarios no ejerzan este control por sí mismos, forman parte de una sociedad en la que otros lo hacen. Si alguien no es programador, hay otros usuarios del programa que sí lo son. Ellos probablemente encontrarán y eliminarán estas funcionalidades maliciosas que podrían espiar o restringir al usuario, y publicarán versiones más seguras. Como usuario, lo único que hay que hacer es optar por dichas versiones, y dado que todos los demás usuarios harán lo mismo, estas acabarán siendo las preferidas y más utilizadas por la mayoría.

Charles Stross imaginó ordenadores capaces de registrar permanentemente todo lo que vemos y oímos. Esos registros podrían ser muy útiles, siempre y cuando el Gran Hermano no vea y escuche todos ellos. Los teléfonos móviles de hoy en día ya son capaces de escuchar a los usuarios sin informarles, a petición de la policía, la compañía telefónica o cualquiera que conozca el procedimiento para hacerlo. Mientras los teléfonos usen software que no es libre, controlado por sus desarrolladores y no por los usuarios, solo cabe esperar que esta situación empeore. Solo el software libre permite a los ciudadanos que utilizan ordenadores combatir la vigilancia totalitaria.

En su artículo, Dave Winer sugirió que el Sr. Gates enviase una copia de Windows Vista a Alpha Centauri. Comprendo la idea, pero enviar solo una no resolverá el problema que tenemos aquí en la Tierra. Windows está diseñado para espiar y restringir a los usuarios. Deberíamos recolectar todas las copias de Windows y, por la misma razón, las de MacOS e iPlayer, y enviarlas a Alpha Centauri a la menor velocidad posible. O simplemente eliminarlas.