Esta es una traducción de la página original en inglés.

La reforma de las patentes no es suficiente

Cuando la gente oye hablar por primera vez del problema de las patentes de software, su atención suele centrarse en los casos más escandalosos: patentes referidas a técnicas que ya son ampliamente conocidas. Entre estas técnicas se incluye la de ordenar una colección de fórmulas de tal manera que no se usen variables antes de ser calculadas (llamada «recálculo en orden natural» en hojas de cálculo) y el uso del o exclusivo para modificar el contenido de una visualización de mapa de bits.

Centrarse en estos ejemplos puede ocasionar que algunos ignoren el resto del problema. Se induce a las personas hacia la postura de que el sistema de patentes es básicamente correcto y sólo necesita «reformas» para aplicar sus propias reglas de manera apropiada.

Pero, ¿una correcta implementación resolvería realmente el problema de las patentes de software? Consideremos un ejemplo.

En los primeros años noventa necesitábamos desesperadamente un nuevo programa libre de compresión, porque las patentes nos habían arrebatado el programa «compress», antiguo estándar de facto. En abril de 1991, el programador Ross Williams comenzó a publicar una serie de programas de compresión que usaban nuevos algoritmos desarrollados por él mismo. Su mayor velocidad y superior calidad de compresión atrajeron pronto a los usuarios.

Durante el mes de septiembre, cuando faltaba una semana para que la FSF publicara uno de ellos como nueva opción para comprimir los archivos de nuestra distribución, el uso de estos programas en los Estados Unidos se detuvo a causa de una nueva patente, la número 5.049.881.

Según las reglas del sistema de patentes, que el público pueda usar estos programas (es decir, que la patente sea inválida) depende de si existe «estado de la técnica»: si la idea básica fue publicada antes que se presentara la solicitud de la patente, en este caso antes del 18 de junio de 1990. La publicación de Williams llegó después, en abril de 1991, así que no cuenta.

Un estudiante de la Universidad de San Francisco describió un algoritmo similar en 1988-1989 en un trabajo académico, pero no fue publicado. Por eso, no constituye «estado de la técnica» bajo las normas actuales.

La aplicación de reformas tendientes a hacer funcionar el sistema de patentes «correctamente» no habría evitado este problema. Según las normas del sistema de patentes, esta patente parece válida. No había un precedente en el estado de la técnica. No es evidente en absoluto, según la interpretación que hace de este concepto el sistema de patentes (como sucede en la mayoría de las patentes, no es algo revolucionario pero tampoco trivial, sino que se encuentra en un término medio). El error está en las propias normas, no en su ejecución.

En el sistema legal de EE. UU., las patentes están concebidas como un trato entre la sociedad y los individuos. En teoría, la sociedad se beneficia con la divulgación de técnicas que, de otro modo, nunca estarían disponibles. Está claro que la sociedad no ha ganado nada con la expedición de la patente número 5.049.881. Esta técnica habría estado disponible de todos modos. Era bastante fácil descubrir que varias personas lo habían hecho casi al mismo tiempo.

Bajo las normas actuales, nuestra capacidad para usar los programas de Williams depende de si resulta que alguien había publicado la misma idea antes del 18 de junio de 1990. Es decir, depende de la suerte. Este sistema es bueno para promover la práctica de las leyes, pero no para el progreso del software.

Mostrar a la oficina de patentes cómo revisar lo ya comprendido en el estado de la técnica puede prevenir algunos errores atroces. Pero no resolverá el mayor problema, que es patentar toda nueva idea sobre el uso de los ordenadores, como la que desarrollaron Williams y otros programadores independientes.

Esto convertirá al software en un cenagal. Incluso los programas más innovadores usan normalmente docenas de técnicas y características que no son tan nuevas, cada una de las cuales quizás haya sido patentada. Nuestra capacidad para usar cada una de esas sutilezas depende de la suerte, y si la mitad de las veces no tenemos suerte, pocos programas podrán evitar la violación de una larga lista de patentes. Navegar en el laberinto de las patentes será más complicado que escribir software. Como dice The Economist, las patentes de software son simplemente malas para los negocios.

¿Qué se puede hacer para ayudar?

Se está realizando un esfuerzo masivo en Europa para detener las patentes de software. Consulte la página web de la FFII para saber cómo puede ayudar.