Esta es una traducción de la página original en inglés.

Por qué el software no debe tener propietarios

Las tecnologías digitales de la información contribuyen al mundo haciendo que sea más fácil copiar y modificar información. Las computadoras prometen hacerlo más fácil para todos.

No todo el mundo quiere que esto sea más fácil. El sistema de derechos de autor permite que los programas informáticos tengan «propietarios», la mayor parte de los cuales pretenden privar al resto del mundo del potencial beneficio del software. Los «propietarios» desearían ser los únicos que puedan copiar y modificar el software que usamos.

El sistema del copyright creció con la imprenta, una tecnología usada para la producción masiva de copias. El copyright se ajustaban bien a esta tecnología, puesto que restringía sólo a los productores de copias en masa. No privaba de libertad a los lectores de libros. Un lector cualquiera, que no poseyera una imprenta, sólo podía copiar libros con pluma y tinta, y pocos lectores fueron demandados por ello.

Las tecnologías digitales son más flexibles que la imprenta: cuando la información adopta una forma digital, la puede copiar fácilmente para compartirla con los demás. Es precisamente esta flexibilidad la que se ajusta mal a un sistema como el de los derechos de autor. Esa es la razón del incremento de medidas perversas y draconianas que se emplean en la actualidad para hacer cumplir los derechos de autor del software. Considere estas cuatro prácticas de la Software Publishers Association (SPA):

  • Propaganda masiva diciendo que está mal desobedecer a los propietarios para ayudar a un amigo.
  • Pedir a la gente que se conviertan en soplones para delatar a sus colegas y compañeros de trabajo.
  • Redadas (con ayuda policial) en oficinas y escuelas, en las que se dice a la gente que deben probar que son inocentes de hacer copias ilegales.
  • El proceso judicial (por el gobierno de los EEUU, a petición de la SPA) de personas como David LaMacchia, del MIT, no por copiar software (no se le acusa de copiarlo), sino meramente por dejar sin vigilancia equipos de copia y no controlar su uso. [1]

Cada una de estas cuatro prácticas son similares a aquellas usadas en la antigua Unión Soviética, donde todas las máquinas de copiar tenían un guardia para prevenir copias prohibidas, y donde las personas tenían que copiar información en secreto y pasarla de mano a mano como «samizdat». Por supuesto hay una diferencia: el motivo para el control de información en la Unión Soviética era político; en los EE. UU. el motivo es el lucro. Pero son las acciones las que nos afectan, no el motivo. Cualquier intento de bloquear el compartir información, sin importar por qué, conduce a los mismos métodos y a la misma dureza.

Los propietarios hacen uso de distintos argumentos para que se les conceda el control de cómo usamos la información:

  • Insulto.

    Los propietarios usan palabras difamatorias como «piratería» y «robo», al igual que terminología técnica como «propiedad intelectual» y «daño», para sugerir al público una cierta línea de pensamiento: una analogía simplona entre los programas y los objetos físicos.

    Nuestras ideas e intuiciones acerca de la propiedad sobre los objetos materiales tratan acerca de si es justo quitarle un objeto a alguien. No se aplican directamente al hecho de hacer una copia de algo. Pero los propietarios nos piden que las apliquemos de todas formas.

  • Exageración.

    Los propietarios dicen que sufren un «daño» o «pérdida económica» cuando los usuarios copian programas por su cuenta. Pero el copiar no tiene un efecto directo sobre el propietario, y no hace daño a nadie. El propietario sólo puede perder si la persona que copió, en lugar de hacer la copia le hubiese comprado una a él.

    Un poco de reflexión muestra que la mayoría de dichas personas no habrían comprado copias. Aun así los propietarios calculan sus «pérdidas» como si todos y cada uno hubiesen comprado una copia. Esto es una exageración, por decirlo de una manera suave.

  • La ley.

    Los propietarios a menudo citan el estado actual de la ley, así como las duras sanciones con las que nos amenazan. En este enfoque va implícita la sugerencia de que la ley actual refleja un punto de vista moral incuestionable, y al mismo tiempo se nos insta a considerar estas sanciones como hechos naturales por los que no se puede responsabilizar a nadie.

    Esta línea de persuasión no está diseñada para afrontar el pensamiento crítico; está concebida para reforzar el proceso mental habitual.

    Es evidente que las leyes no distinguen lo que está bien de lo que está mal. Todo estadounidense debería saber que, en los años 50, en muchos estados ibacontra la ley que un persona de raza negra se sentase en la parte delantera del autobús; pero solamente los racistas dirían que sentarse ahí no estaba bien.

  • Derechos naturales.

    Los autores a menudo sostienen que existe una conexión especial con los programas que han escrito; y añaden que, en consecuencia, sus deseos e intereses respecto al programa simplemente prevalecen sobre los de cualquier otra persona, o incluso de los del resto del mundo. (Normalmente son las empresas, no los autores, las que retienen el copyright sobre el software, pero se espera de nosotros que ignoremos esta discrepancia.)

    A aquellos que proponen esto como un axioma ético —el autor es más importante que usted— sólo les puedo decir que yo, un notable autor de software, lo llamo una tontería.

    Pero la gente por lo general sólo suele sentir alguna simpatía hacia el argumento sobre los derechos naturales por dos razones.

    Una de las razones es la analogía forzada entre el software y los objetos materiales. Cuando yo cocino espaguetis, me quejo si otra persona se los come, porque entonces yo no los puedo comer. Su acción me perjudica exactamente tanto como lo que le beneficia a él: sólo uno de nosotros puede comer los espaguetis; así que la pregunta es, ¿quién?. La más mínima distinción entre el otro y yo es suficiente para inclinar la balanza ética.

    Pero el hecho de que usted ejecute o modifique un programa que yo he escrito le afecta a usted directamente y a mí indirectamente. Si le da una copia a su amigo le afecta a usted y a su amigo mucho más de lo que me afecta a mí. Yo no debería tener el poder de decirle que no haga estas cosas. Nadie debería.

    La segunda razón es que a la gente se le ha dicho que los derechos naturales de los autores son una tradición aceptada e incontestable de nuestra sociedad.

    Desde un punto de vista histórico, sucede justamente lo contrario. La idea de los derechos naturales de los autores fue propuesta y decididamente rechazada cuando se concibió la Constitución de los EE. UU.. Ésa es la razón por la que la Constitución sólo permite un sistema de copyright y no lo exige; por esa razón dice que el copyright debe ser temporal. Establece asimismo que el propósito del copyright es promocionar el progreso, no recompensar a los autores. El copyright recompensa a los autores en cierta medida, y a los editores más, pero es algo concebido como un medio para modificar sus comportamientos.

    La tradición realmente establecida de nuestra sociedad es que el copyright vulnera los derechos naturales del público, y que esto sólo se puede justificar por el bien del público.

  • Economía.

    El último argumento que se emplea para justificar la existencia de los propietarios de software es que esto lleva a la producción de más software.

    A diferencia de los demás, este argumento por lo menos adopta un enfoque legítimo sobre el tema. Se basa en un objetivo válido, satisfacer a los usuarios de software. Y está empíricamente claro que la gente producirá más de algo si se le paga bien por ello.

    Pero el argumento económico tiene un fallo: se basa en la presunción de que la diferencia es sólo cuestión de cuánto dinero debemos pagar. Asume que lo que queremos es producción de software, tenga el software propietarios o no.

    La gente acepta gustosamente esta presunción porque está de acuerdo con nuestra experiencia acerca de los objetos materiales. Considere un bocadillo, por ejemplo. Es posible que pueda conseguir un bocadillo equivalente bien gratis o por un precio. Si es así, la cantidad que paga es la única diferencia. Tanto si lo tiene que comprar como si no, el bocadillo tiene el mismo sabor, el mismo valor nutricional, y en ambos casos se lo puede comer sólo una vez. El hecho de si el bocadillo lo obtiene de un propietario o no, sólo puede afectar directamente a la cantidad de dinero que le queda después.

    Esto es cierto para cualquier objeto material, el hecho de que tenga o no tenga propietario no afecta directamente a lo que es, o a lo que puede hacer con él si lo adquiere.

    Pero si un programa tiene un propietario, esto afecta en gran medida a lo que es, y a lo que usted puede hacer con una copia si la compra. La diferencia no es sólo una cuestión de dinero. El sistema de propietarios de software incentiva a sus propietarios a producir algo, pero no lo que la sociedad realmente necesita. Y causa una contaminación ética intangible que nos afecta a todos.

¿Qué es lo que la sociedad necesita? Necesita información que esté verdaderamente a disposición de los ciudadanos; por ejemplo, programas que la gente pueda leer, corregir, adaptar, y mejorar, no solamente ejecutar. Pero lo que los propietarios de software típicamente ofrecen es una caja negra que no podemos ni estudiar ni modificar.

La sociedad también necesita libertad. Cuando un programa tiene un propietario, los usuarios pierden la libertad de controlar una parte de sus propias vidas.

Y sobre todo la sociedad necesita incentivar el espíritu de cooperación voluntaria entre ciudadanos. Cuando los propietarios de software nos dicen que ayudar a nuestro prójimo de una manera natural es «piratería», están contaminando el espíritu cívico de nuestra sociedad.

Por esto es por lo que decimos que el software libre es una cuestión de libertad, no de precio.

El argumento económico para justificar la propiedad es erróneo, pero la cuestión económica es real. Algunas personas escriben software útil por el placer de escribirlo o por admiración y amor al arte; pero si queremos más software del que esas personas escriben, necesitamos conseguir fondos.

Desde los años 80, los desarrolladores de software libre han probado varios métodos para conseguir fondos, con algo de éxito. No hay necesidad de enriquecer a nadie; un ingreso promedio es incentivo suficiente para realizar muchos trabajos que son menos satisfactorios que programar.

Durante años, hasta que una beca lo hizo innecesario, yo me ganaba la vida realizando mejoras por encargo al software libre que yo mismo había escrito. Cada mejora se añadía a la versión estándar lanzada y así terminaba estando disponible para el público en general. Los clientes me pagaban para que trabajase en las mejoras que ellos querían, en vez de en las características que yo habría considerado la máxima prioridad.

Algunos desarrolladores de software libre ganan dinero mediante la venta de servicios de soporte. En 1994, Cygnus Support, con alrededor de cincuenta empleados, estimó que aproximadamente el quince por ciento de la actividad de su equipo consistía en el desarrollo de software libre, un porcentaje respetable para una empresa de software.

A principios de los años 90 algunas compañías, incluyendo Intel, Motorola, Texas Instruments y Analog Devices, unieron esfuerzos para financiar el desarrollo continuado del compilador de GNU para el lenguaje C. La mayor parte del desarrollo de GCC todavía lo realizan desarrolladores a los que se les paga. El compilador de GNU para el lenguaje Ada fue financiado en los años 90 por las fuerzas aéreas de los Estados Unidos de Norteamérica, y desde entonces su financiamiento continuó a través de una empresa formada específicamente para este propósito.

El movimiento del software libre es todavía pequeño, pero el ejemplo de la radio «mantenida por la audiencia» en los EE. UU. demuestra que es posible mantener una actividad grande sin forzar a cada usuario a pagar.

Como usuario de informática de hoy en día, usted se puede encontrar usando un programa privativo. Si su amigo le pide hacer una copia, estaría mal negarse a dársela. La cooperación es más importante que el copyright. Pero una cooperación clandestina no contribuye a mejorar la sociedad. Una persona debería aspirar a vivir una vida honrada abiertamente y con dignidad, y esto significa decir «No» al software privativo.

Usted merece poder cooperar abierta y libremente con otras personas que usan software. Merece poder aprender cómo funciona el software, y utilizarlo para enseñar a sus alumnos. Merece poder contratar al programador que prefiera para que corrija el programa cuando falle.

Usted merece el software libre.

Nota

  1. Los cargos se retiraron.